De las calles a las urnas el 21-D

Llegó a decir ese preso que compartir celda con el independentista Sánchez era como tener “dos cárceles”, que ya es decir. Es una anécdota ilustrativa del hartazgo con muchos viven el intento secesionista catalán, por la falta de respeto a quien no piensa igual, la pertinaz insistencia con ocasión y sin ella. Hay ya pactos explícitos de no hablar entre amigos y colegas de “no hablar de Cataluña”.

El hartazgo de la locura independentista también se manifestó el pasado domingo en Barcelona, donde un millón de personas, convocadas por Sociedad Civil Catalana – aunque ellos llegaron a hablar de 1,3 millones, y por supuesto la guardia urbana de 300.000 asistentes – volvieron a salir a la calle defendiendo la unidad de España, con el lema “Cataluña somos todos”. Como dijo uno de los manifestantes, la mayoría no independentista ha salido “tarde a la calle, pero ha salido”.

La encuesta de Sigma Dos para “El Mundo” que se dio a conocer el lunes pasado arroja un dato elocuente: “sólo” el 33% de los catalanes es independentista, por un 58% a favor de la unidad con España. El pulso de los catalanes se ha agitado mucho desde el 1-O, y seguirá aumentando y fluctuando hasta las elecciones autonómicas del 21-D, en función de muchos factores. Sin embargo, la cita con las urnas nos dirá si la mayoría hasta ahora silenciosa – en la calle y en las urnas –, que desea la unidad en España, se moviliza de verdad y acude a votar, por el bien de la normalidad democrática y legal de Cataluña y de España. Hay un gran deseo de normalidad.

Ya veremos si se presenta la CUP a las elecciones: ERC se presenta como el partido beneficiado por el independentismo. Mientras tanto, Inés Arrimadas ya se ve como ganadora el 21-D entre los partidos constitucionalistas, y se está precipitando en sus ganas de ser presidenta de la Generalitat: forzar ahora a que PSC y PP dejen gobernar al partido más votado – las encuestas coinciden que puede ser Ciudadanos – es precipitarse. Tiene que vigilar Arrimadas, porque el protagonismo personal, sobre todo ahora, puede castigarse, pues ha de haber altura de miras y no personalismo: ella está mostrando valía política, pero puede darse batacazos de principiante.

 
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