La escuela, segundo hogar

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Nieves Arnal.

Acabo de publicar en la revista cultural  “Xiloca” – el número 47 - un extenso artículo sobre mi hermana Nieves, bajo el título “Nieves Arnal Agustín. Pasión por la educación”.  

La interesante trayectoria pedagógica y humana de mi hermana motivó que el director de esa revista me pidiera este artículo. Cierto pudor familiar me había llevado a no hacerlo hasta ahora, pero ciertamente  los surcos que cultivó o trazó, con su permanente espíritu de superación, constituyen un estímulo para el presente y para el futuro, especialmente en el ámbito de la educación, en el que ella trabajó toda su vida.

En esas líneas, recojo muchos testimonios orales y escritos de quienes trabajaron o convivieron con ella, a fin de evitar un relato exclusivamente subjetivo o familiar. Por eso, con independencia de que lo he escrito yo, viene a ser una recopilación de cómo le vieron diferentes personas y su valoración sobre sus aportaciones culturales, sociales y educativas.

Indudablemente, hay recuerdos míos personales, pero no son el hilo conductor. Con su espíritu pionero y luchador, su tenacidad aragonesa, contribuyó a poner en práctica importantes eslabones de la tarea docente. Las palabras vuelan, pero la vida real es lo que influye, que en casos como el de mi hermana merecen la pena prolongarse al ponerlos por escrito.

Trabajó primero como maestra en pequeños pueblos de la provincia de Teruel en la década de los 50. Decía que la experiencia de maestra rural sería muy útil para todo docente, por su proximidad, por la conexión con las familias,  por la superación de deficiencias materiales en beneficio del esfuerzo y de la imaginación para llegar a lo que es el núcleo de la educación. Probablemente ahora, con el desarrollo tecnológico, es más importante profundizar en los pilares permanentes de la educación.

Posteriormente, tras obtener la Licenciatura de Pedagogía en Barcelona,  fue directora muchos años del colegio Canigó – de Fomento de Centros de Enseñanza -, presidió el sindicato de profesores ANPE en Barcelona  y, hasta su jubilación, trabajó los últimos años en un centro escolar público.  Cuarenta y un años de vida profesional ofrecen  un cúmulo de reflexiones y lecciones. Su coherencia vital fue el mejor sello en su trabajo docente y directivo.

Fue emprendedora, tenía perspectiva de futuro. Impartió muchas lecciones, impartió cientos de conferencias, y también escribió bastante, pero su aportación principal fue su vida coherente con lo que enseñó  sobre la mujer, la libertad,  la enseñanza sin adoctrinamientos, la superación de barreras económicas para acceder a la enseñanza, cuestiones que parecen adquirir más importancia conforme pasan los años. Por tanto, no es un artículo de pasado o de recuerdos familiares nostálgicos, sino de recoger aspectos centrales de la educación, perennes, por encima de circunstancias personales o históricas.

Precisamente en una entrevista que le hicieron dos alumnas el año de su jubilación, mi hermana sintetizó su visión de lo que debe ser la enseñanza, aunque ella prefería el término de “educación”, porque es más amplio y no se ciñe a transmitir conocimientos, sino a cultivar en la escuela y desde la escuela cuanto atañe a la personalidad. En esa entrevista, mi hermana afirmó: “Debemos sentirnos a gusto en nuestro segundo hogar, la escuela: sólo así conseguiremos mejorar nuestro entorno”.

En esa expresión de la escuela como segundo hogar, radica la visión que tenía mi hermana de la educación. Es apasionante y exigente, porque incluye la educación personalizada, la implicación real de los padres, el respeto a la libertad de enseñanza que los padres quieran para sus hijos, y el respeto al pluralismo. Lo que está en juego es la mejora de las personas y del entorno, y ello supone esfuerzo, grandeza de corazón y coherencia entre lo que se enseña y lo que se vive.

 

Como repartió su vida profesional entre la enseñanza pública y la privada – le gustaba más hablar de “enseñanza estatal” y “enseñanza de iniciativa social” -, su experiencia fue amplia y variada, defendiendo con ahínco ambas, a la vez que respeto a la enseñanza privada, para la que apuntaba un reconocimiento muy explícito:  por ejemplo, que los padres puedan deducirse en la declaración anual de Hacienda los gastos destinados a la enseñanza obligatoria en un centro privado, solución que en Italia se adoptó. No es una quimera.

La familia, el primer hogar, es el germen de la educación. Si falla el primer hogar, es imposible que la escuela sea el segundo hogar, y se pierde de vista que la educación es un derecho y deber de los padres, con todas sus consecuencias, también en la vida cotidiana de los centros escolares.

La educación es la mejor inversión para una familia,  siempre con el lema de “siempre más”, adaptado a cada persona. Mi hermana tenía unas cualidades excepcionales, pero a la vez supo transmitir que toda persona puede alcanzar unas metas acordes con sus cualidades si se acierta con las claves, que intento sintetizar  y ofrecer en ese artículo.

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