El fin del secesionismo catalán

El delirio independentista es un virus inoculado durante décadas, ante la pasividad y la falta de perspectiva de la mayoría de los catalanes, junto con la negligencia y complicidad bobalicona de los diversos gobiernos centrales del PSOE y del PP.

Todo apunta a una participación récord, incluso por encima del 80%, y desde luego este 21-D puede marcar un hito en la recuperación de la normalidad, pero también puede ser una página más de la locura. Está en manos de los catalanes hoy.

La pregunta es recurrente: ¿qué va a pasar el 21-D? Muchos se abonan a que habrá sorpresas, que confluyen muchos ingredientes para que salten muchas sorpresas, en contra de la multitud de encuestas y sondeos que se han venido realizando.

Por lo que observo, la movilización de los constitucionalistas va a ser muy cierta, decisiva. Voy a mojarme: pienso que ganarán en votos y escaños a los independentistas. No creo que saquen mayoría absoluta, vendrán las emociones de formar gobierno o incluso el riesgo de una repetición de las elecciones. Pero pienso que será histórica la victoria de Ciudadanos, con más votos y escaños que ERC; que el PSC mejorará sus resultados respecto a 2015 y que incluso la debacle del PP será menor de lo que vaticinan muchas encuestas.

Y todo ello porque en Cataluña votar al PP o incluso a Ciudadanos casi se esconde, como con cierto temor o vergüenza, y desde luego es un voto oculto en bastantes barrios, ciudades o sectores catalanes, en parte para no alimentar disensiones y tensiones con vecinos, colegas, familiares o amigos.

El presidente de la Cámara de Comercio de Estados Unidos en España, Jaime Malet, ha sentenciado que la “permisividad” con el independentismo ha acabado, por parte del Gobierno español, de las empresas, de la Unión Europea y de Estados Unidos.

Malet ha aludido a lo vivido estos meses, demoledores para la economía y la convivencia en Cataluña, y ha destacado la “impunidad” de muchos años. Totalmente de acuerdo. Además, ha subrayado que se ha producido pese a las advertencias de su institución de que “la situación llegaría así de lejos”.

Ningún país ha reconocido la independencia de Cataluña, ni siquiera Corea del Norte ni Venezuela. Todas las mentiras – reconocimiento internacional, no salida de bancos – han quedado al descubierto, produciendo un grave daño.

El delirio independentista es un deseo para una minoría catalana. Pase lo que pase hoy en las urnas, el delirio no acabará, pero sería muy importante que los catalanes manifiesten con sus votos su determinación de una Cataluña estable, fiel a su historia, primando el realismo sobre las quimeras.

 
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