No es un muerto más

Eleazar Benjamín Blandón
Eleazar Benjamín Blandón

El hecho de que cada día mueran decenas de miles de personas en el mundo, por causas muy diversas, no puede dejarnos indiferentes ante algunas muertes. Muchas muertes podrían evitarse, si hubiera una mayor responsabilidad social, de modo que todos tuviéramos una muerte digna, después por supuesto de una vida digna.

La Historia nos muestra que siempre ha habido muertes inhumanas, pero hacer cuanto esté en nuestra mano es una obligación de conciencia permanente.

El trabajo de los temporeros, muchas veces en condiciones indignas y humillantes, ha vuelto por desgracia a la actualidad. Eleazar Benjamín Blandón Herrera murió el sábado tras un golpe de calor y abandonado en un centro de salud de Lorca (Murcia): lo dejaron en una furgoneta y se marcharon. Trabajaba recogiendo sandías, a 44 grados, durante 11 horas al día, sin proporcionarle agua. Este nicaragüense llegó a España en 2019, para sacar adelante a su mujer y cuatro hijos (más otro en camino).

Mientras escuchamos a nuestro alrededor comentarios sobre el calor, ventiladores y aire acondicionado, esta realidad nos golpea de nuevo, porque existen preocupaciones superficiales o secundarias mientras convivimos con injusticias continuas gravísimas.

En medio de la crisis económica y laboral desatada por la pandemia, millones de hogares en España sienten el zarpazo de las privaciones, la incertidumbre, el sufrimiento por el futuro. Millones de empleos en el aire o perdidos, hipotecas que ahora son inasumibles, y un largo etcétera que vivimos como podemos, anulando vacaciones, tirando de ahorros, pero casi siempre con el colchón que supone la familia y los amigos, que es un apoyo innegable.       

Hay recuerdos de la infancia que se nos quedan grabados a fuego, los recuerdos dolorosos, aunque en nuestra familia se hiciera todo lo posible para que pasaran casi inadvertidos, por el cariño de nuestros padres o familiares. Siendo niño, recuerdo algunos comentarios sobre las duras condiciones de trabajo que sufrían o habían sufrido algunos familiares y conocidos yendo a trabajar a Francia en la vendimia o en otras tareas. Sus privaciones, dónde mal-vivían y cómo mal-comían.

Son recuerdos de contornos difusos, que incluyen a un tío mío. Me quedaron grabados, porque habían sufrido seres queridos para que nosotros disfrutáramos de una vida sin especiales estrecheces, donde reinaban las risas y los juegos, aparentemente ajenos a sufrimientos pasados de otros familiares.

Es cierto que no las cometemos nosotros esas injusticias y que no somos miserables explotadores, pero la conciencia nos dice que algo podríamos hacer, algo más, para contribuir a que no se permitan explotaciones como la de este nicaragüense, que bien sabemos que no es una excepción entre los temporeros, sobre todo entre los que vienen de otros países y no pueden evitar esos abusos denigrantes.

Duele esta muerte, y duele el silencio de sindicatos e inspectores de trabajo, año tras año, y de nuevo ahora. Muchos temporeros son humillados y explotados, con muchos silencios cómplices . Es inhumano, pero consentido. No es un muerto más.

 
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