Menos palabras y más hechos

El presidente de Mercadona, Juan Roig, ha afirmado recientemente que hacen falta menos palabras y más hechos. Viniendo de quien vienen esas palabras, bien merecen ser tenidas en cuenta.

Juan Roig se merece un seguimiento especial. Antes de la crisis económica y en medio de la crisis, ha puesto de manifiesto el realismo y el empeño por dar con las claves del esfuerzo y del trabajo, en vez de anunciar fuegos artificiales o aplicar “paños calientes”. Queda en el recuerdo su frase, para que pisáramos la realidad, de que “la fiesta ha acabado”, aludiendo al estilo de vida de los españoles, donde el “pelotazo” se había instalado, la facilidad para el gasto había crecido desmesuradamente y la austeridad de vida brillaba por su ausencia.

Tal vez Roig no pensaba estrictamente en los políticos al recordar que hay que hablar menos y hacer más, o al menos no sólo en los políticos. Probablemente tampoco estaba pensando en los periodistas, que somos los que hablamos o escribimos más. Pero seguro que englobaba a los políticos, que muchas veces olvidan el adagio de que “el hombre es dueño de sus silencios y esclavo de sus palabras”.

A decir verdad, entre los políticos no es que abunde precisamente la “esclavitud” de lo que dicen, porque tienen la habilidad o el prejuicio de no sentirse atados por sus palabras. Predomina la política de la foto, la cuidada imagen, el discurso impactante o, simplemente, buscando un buen titular en los medios de comunicación.

Se podría elegir, casi al azar, a un político y llevar a cabo una tarea interesante o divertida, que es seguir el itinerario de sus declaraciones. A veces, sorprenden; en otras ocasiones, hacen reír; y en otras ocasiones parece que intenten burlar el sentido común de los ciudadanos.

La política, tanto si se gobierna como si se está en la oposición, ha de centrarse más en el trabajo diario, el rigor, la previsión, el estudio, y menos en los electoralismos baratos o caros.

Nos hemos acostumbrado a que los políticos anuncien medidas, pero no vemos que, periódicamente, informen de cómo se están ejecutando esas medidas. Sirva como ejemplo la supresión de empresas públicas, que en muchos casos averiguamos que siguen funcionando y gastando lo no previsto o anulado, pero parece que ni políticos ni ciudadanos tenemos real interés en los hechos. Se confunde la toma de decisiones con el trabajo responsable diario y rendir cuentas a los ciudadanos. Tal vez es porque los ciudadanos también nos contentamos con las palabras y no exigimos hechos, y por eso tenemos los políticos que, probablemente, nos merecemos, aunque nos escueza.

 
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