La preocupante abstención del 14-F

Punto de votación en La Farga de L'Hospitalet de Llobregat (Barcelona) para las elecciones catalanas del 14F
Punto de votación en La Farga de L'Hospitalet de Llobregat (Barcelona) para las elecciones catalanas del 14F

Las elecciones catalanas del pasado domingo, en medio de la pandemia y con el independentismo a flor de piel, eran muy importantes. Son las elecciones autonómicas que se siguen con más interés en toda España, por lo que está en juego.

Los resultados han sido ya bastante analizados. Indudablemente, el triunfo del PSC,  el casi triple empate en cabeza PSC-ERC-Junts, el 51% de los votos a partidos independentistas, el auge de Vox, el incremento de la CUP, el hundimiento de Ciudadanos o la debacle del PP han sido titulares destacados, con todo fundamento.

El dato de la abstención histórica en estas elecciones, un 46,5%, se ha destacado, porque enciende muchas alarmas, frente a la abstención registrada en elecciones anteriores. En 2017 hubo un 20,9% de abstención, con un récord de participación del 79,9%.

Nadie puede negar que el independentismo ha ganado en esta ocasión, con el 51% de los votos, casi con toda seguridad debido a la abstención. Queda la incógnita de qué resultados hubiera habido con una participación mayor.

Se impone relativizar el triunfo del independentismo, porque el dato frío es que uno de cada cuatro posibles votantes se ha inclinado por partidos independentistas. Pero ahí están con la sartén por el mango.

Sin lugar a dudas, toda elección admite no participar. Respetando otras opiniones, me inclino por justificar que se acuda a votar, porque cuesta entender que nos dé igual que gane cualquiera. La abstención puede catapultar a representantes que no reflejan la realidad, pero sí la legal, porque las urnas arrojan unos resultados numéricos claros, que otorgan el gobierno a unos u otros.

La pregunta surge directa: ¿por qué tanta abstención? Si se debe a que una hipotética “mayoría silenciosa” que vive en Cataluña y no es independentista está desanimada, por lo que ha ido viendo estos años en las calles, en TV3, incluso en Madrid permitiendo la extensión del independentismo – gobernando el PSOE o el PP -, es muy preocupante.

Con la no-participación se cede ante los que quieren imponer la independencia, sea cual sea el porcentaje de los votos, y sea cual sea el apoyo expreso. Silencios que otorgan. Cataluña es lo que es, será lo que será, sobre todo por los votos catalanes, aunque es evidente que la reivindicación independentista no es unilateral, pues afecta a toda España.

En la abstención, que parece haber castigado a los partidos de centro-derecha, al PP y a Ciudadanos, casi nadie se creía que iban a lograr el paupérrimo resultado de 3 y 6 escaños respectivamente, con el dato revelador de que Ciudadanos ha pasado en cuatro años de ser el partido ganador con 36 diputados ¡a perder 30 cuatro años después!

 

Votantes desencantados del PP y de Ciudadanos se han inclinado por Vox y por el PSC. Pero, aun con todo, me sigue preocupando la abstención histórica.

Parece extenderse por Cataluña la impresión de que es inevitable la independencia, en unos pocos años. Es una utopía, pero la Los partidos constitucionalistas – todos – deben hacer un análisis a fondo, para conectar con el electorado catalán, que ciertamente sufre diariamente entre vecinos y colegas por el hecho de considerarse español.

 Todo un síntoma que, desde hace unos años, llamar a uno “español” es un insulto. Si no se vive allí, es difícil creérselo. Y para quienes hemos vivido unos años en Cataluña y seguimos con gran interés su vida actual, la lección es que la solución es participar, no abstenerse. Desde luego, con el máximo respeto a la conciencia de cada uno. Se recoge lo que se siembra, o lo que siembran otros: el campo, la calle, para el que los trabaja.

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