Una Semana Santa especial para todos

Procesión del Cristo
Procesión del Cristo de San Roque, en Sevilla (Foto: Carlos9933).

Esta Semana Santa veré, con especial atención, las fotografías que conservo de una estancia en Jerusalén, en 2010, en los Lugares Sagrados. Estar confinados estos días nos impulsa a  iniciativas para vivirla en su sentido más pleno posible, aunque no haya Oficios, procesiones, Vigilia Pascual…, o al menos sin pueblo.

Por televisión o internet podremos seguir todas esas celebraciones, tan arraigadas en España, en nuestra cultura, en ciudades y pueblos. La audiencia, con toda seguridad, batirá récords, y sólo falta por saber la magnitud del récord.

Veré esas fotografías de una estancia de tres semanas, en pleno verano, con una perspectiva nueva. Desde que estuve en Jerusalén, recomiendo a muchos que vayan a Tierra Santa, cuando sea posible, porque vale la pena, cristiana y culturalmente. Aunque las nuevas tecnologías permiten hacer recorridos virtuales sobre los Lugares Santos, ahora pueden servir, pero sigo animando a que, quien no haya ido nunca, vaya alguna vez.

La pregunta habitual es qué impresiona más de los lugares que has visitado allí, en el denominado “Quinto Evangelio”, como el Papa Benedicto XVI recordaba con frecuencia.

Es casi indescriptible estar en el Santo Sepulcro – estos días cerrado a las visitas -, la Vía Dolorosa, el Cenáculo, en el Huerto de los Olivos. O en Belén o Nazareth. Probablemente yo me quedo con el Santo Sepulcro.       

Las elevadas cuotas de audiencia, para confirmación de unos y sorpresa de otros, muestran ya en estos días previos que  la religión, en concreto la fe católica en nuestro país, está más arraigada de lo que puede parecer, aunque es evidente que en estos años ha ido disminuyendo la práctica religiosa en España: veremos qué sucede a partir de ahora.

Cuando empezamos a ver la magnitud de la tragedia – no quiero entrar en apreciaciones políticas ahora -, muchos comentarios acompañaban el dolor y el sufrimiento, acentuando que había que tener más presente a Dios en la vida cotidiana, valorar más lo esencial y menos lo superficial.  Abundaba una reflexión, en redes sociales o en conversaciones telefónicas: “es un golpe radical a nuestra autosuficiencia, creernos dueños de la vida y de la muerte de las personas, admitir que somos criaturas”.

Esta crisis está avivando la práctica religiosa en muchas personas, y desde luego la meditación en estas largas semanas de confinamiento, y no digamos en el personal que se está volcando y dejando la vida en ayudar a los contagiados, agotados tras reiteradas jornadas extenuantes.

El personal sanitario está palpando cada día el sufrimiento, la muerte, a veces entre el propio personal médico: uno de cada seis españoles contagiados es del personal médico. Y también conmueve que 96 sacerdotes italianos hayan perdido la vida confortando a los contagiados por coronavirus.

 

También puede ser que algunos se indignen por tanto sufrimiento, y se distancien de Dios por este dolor mundial, casi “culpabilizando” a Dios de lo que está sucediendo, como se hace a veces con ligereza al cuestionarse las guerras, todo tipo de calamidades o exterminio de miles de personas por parte de dictadores de diverso tipo.

Aparece la pregunta de dónde está Dios en esta pandemia. Puede parecer ausente, y no es así.  La Eucaristía, la Pasión y la Resurrección de Jesucristo pueden arrojar luces para quien las busque con humildad y un poco de fe. El Papa Francisco dijo hace poco: “Dios perdona siempre; el hombre, a veces; la naturaleza, nunca”. Estos días son  para vivir las procesiones “por dentro”, o al menos para pensar.

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