Aviso a navegantes: ni la izquierda entiende a Zapatero

Se acaba de abrir un interesantísimo (y fogoso) debate en la izquierda política española a cuenta de la deriva que ha tomado el presidente del Gobierno. Hace siete días, se aludía desde esta tribuna al sorprendente artículo del director de El País, Javier Moreno: un durísimo alegato contra el jefe del Ejecutivo, su gestión y la articulación del Estado que ha diseñado.

No es un hecho aislado. Hace menos días le tocó el turno al catedrático de Historia del Pensamiento Político Antonio Elorza, quien publicó, también en página preferente de El País, una contundente crítica a la figura política de Rodríguez Zapatero, con el título "La insoportable levedad de un presidente".

Arremete Elorza en ese escrito contra el autoritarismo "leninista" que ZP ha desplegado de puertas adentro en el PSOE, hasta marginar a todo discrepante: Rosa Díez, Nicolás Redondo o José Bono; o contra la demonización de cualquier visión crítica con el nacionalismo (caso "Ciutadans"): todo intelectual de izquierdas que se enfrente a la ‘fórmula oficial’ de progresismo –concluye Elorza- ha pasado a ser un apestado político, amigo cavernario del PP.

Embiste también contra la imprudencia de apostar por una segunda legislatura en Cataluña junto al independentista Carod; contra la frivolidad con que ha manejado el Gobierno una articulación confederal que sólo alimenta los egoísmos pueblerinos; y contra, en fin, una política exterior equivocada, cuyo último ejemplo es una Alianza de Civilizaciones puramente efectista y formal, cuyo contenido es de nula utilidad cuando no contraproducente.

Todo ello, denuncia el autor, bañado en un afán desmedido de protagonismo personal, de aparecer siempre en el centro de la fotografía. Es en este marco donde el órdago de la negociación con ETA aparece como el ejemplo más rotundo del alto precio que está dispuesto a pagar el presidente, con tal de exhibir la escenificación del final de la banda terrorista como un trofeo personal. "Cueste lo que cueste", porque "las elecciones anticipadas –concluye Elorza- consagrarán el aplastamiento del villano de esta historia, el PP. Y a la larga, como advirtió Keynes, todos muertos".

El análisis resulta demoledor, viniendo de quien viene y por aparecer donde aparece. De ahí que la respuesta no se haya hecho esperar. Este sábado, Suso de Toro ha acudido en rescate del inquilino de La Moncloa y de todos aquellos que se sienten a gusto junto a Zapatero. La tesis central del escritor gallego es reveladora: muy pocos entienden al presidente. No hay quien le siga, vamos: está llevando a cabo un cambio político de un calado excepcional –explica De Toro- y "por falta de tiempo o de medios para instituirse en el espacio público, no aparece una nueva camada intelectual que explique y defienda lo que estamos viviendo".

¿Y qué hacemos con los intelectuales más díscolos? Ya lo preconizaba Antonio Elorza en su escrito: la estratagema de los ‘filozapateristas’ está siendo juntar al disconforme con el Partido Popular hasta asfixiarle. Suso de Toro no se mueve un milímetro de esa directiva. Estos últimos años –explicaba el sábado- se ha producido un viraje ideológico de los militantes del nacionalismo vasco, de los leninistas y de la izquierda tradicional. ¿Hacia donde? Hacia posiciones de la derecha española, una derecha muy nacionalista, que convierte el Estado nación en un fetiche y que, por tanto, se ha vuelto tremendamente casposa y miope.

No cabe en la cabeza tanta incomprensión, añade el asesor áulico de Zapatero, frente a un presidente que "trata con respeto a la ciudadanía" (será a ‘SU ciudadanía’, señor De Toro, porque ZP hace caso omiso a las víctimas del terrorismo o a los padres que no quieren ser adoctrinados por una asignatura que defiende el laicismo); "que no usa la mentira de forma sistemática" (el adjetivo sobre la reiteración le puede salvar, pero intermediarios del presidente negociaron desde hace años con ETA a escondidas y él lo sigue negando); "que nos ha sacado de Irak; que es paritario, que ha legalizado la vida de muchos conciudadanos homosexuales, que ha reconocido la existencia de tantas personas que precisaban asistencia…".

Es cierto que estas últimas bondades sí definen cabalmente la trayectoria de nuestro presidente. Pero el drama que comienza a denunciar incluso una parte significativa de la izquierda española es, que para lograr ese balance, bien hubiera bastado con nombrar al leonés ministro de Defensa o Defensor del Pueblo. Mucha majadería nos habríamos ahorrado.

 
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