Cae Zapatero

Se llaman Shanto Iyengar y Donald Zinder. Ellos elaboraron la teoría del “priming” o “preparación”, que estudia los factores que influyen en las valoraciones de los ciudadanos hacia los personajes públicos. Ambos defienden que las personas tienen una limitada capacidad para almacenar y procesar información en la mente. Por eso, cuando a un encuestado se le pide un juicio sobre el presidente de su país, por poner un ejemplo, no realiza un exhaustivo análisis de todo lo que sabe sobre él. Recurre a la información que tiene más a mano en su memoria. Y la más asequible es la que suele recibir a través de los medios de comunicación. Estas semanas hemos conocido varios sondeos de institutos de opinión que confirman —todos a una- la erosión que ha sufrido el Gobierno en los últimos meses. El dato final lo lanzaba, este lunes, un medio tan poco sospechoso de afinidad con la derecha como la Cadena SER, en su “Pulsómetro”. Cae Zapatero. Si analizamos hoy la “agenda-setting” de los medios (los temas a los que están dando prioridad periódicos, radios y televisiones) nos encontramos con las siguientes cuestiones: cohesión nacional (“Estatut”), inmigración (“Ceuta y Melilla”), política exterior (“acercamiento a Cuba y Venezuela y nuevo distanciamiento con los Estados Unidos”), condiciones laborales (huelga del Transporte)… Baja la popularidad del presidente del Gobierno porque la ciudadanía reflexiona sobre estos temas y no le está gustando lo que ve. Cuando recientemente se ha pedido una valoración de la gestión política del inquilino de La Moncloa, el españolito medio no la ha emitido con la mente puesta en el abuelo paterno, el capitán del Ejército Juan Rodríguez Lozano, fusilado en Puente Castro (León) el 18 de agosto de 1936, por negarse a secundar el alzamiento de Francisco Franco. Tampoco dictó su veredicto tras sopesar los pros y contras del socialismo de tinte “social liberal” encarnado en la plataforma “Nueva Vía”, que aupó a ZP al liderazgo del PSOE antes de llegar al Ejecutivo. No. A la hora de juzgar a su patrón, los españoles han pensado hoy en Cataluña, Ceuta, Cuba o el céntimo sanitario. Y el veredicto ha dejado tiritando a más de uno en la calle Ferraz. Sin embargo, la “agenda-setting” podría dar un giro en los próximos meses. Apenas se habla de ETA. Agazapada, la banda terrorista gana tiempo. Según se publicaba hace unos días, en estas mismas páginas, el Ministerio del Interior, que dirige José Antonio Alonso está recibiendo señales de actividad clandestina y de inquietantes movimientos en la sombra. Todo, menos señales de humo en son de paz. Comienza a cobrar forma una idea. Rodríguez Zapatero, Pérez Rubalcaba y Blanco están “marcando” los tiempos de esta Legislatura con un objetivo: la obtención de una contundente mayoría absoluta que perpetúe al PSOE en el poder. Y nada mejor para ello que un “golpe de efecto” al estilo Tony Blair: el anuncio del desarme de la banda ETA. Las preguntas se agolpan: ¿A qué está dispuesto el jefe del Ejecutivo por cambiar la “agenda de temas” en la mente de los españoles? ¿Qué está dispuesto a pactar con los terroristas, por continuar al frente del Gobierno? ¿Tiene algún límite su ambición? ¿Tratará a las víctimas de ETA con la misma frivolidad que ha demostrado en sus relaciones con la primera potencia mundial, en la cuestión de la soberanía nacional de Ceuta y Melilla, o en la defensa de la unidad de España? ¿Vale todo, por el poder en La Moncloa? Yo todavía no tengo respuesta a estas preguntas. Pero sí una solicitud urgente que hacer a nuestro presidente: páctenos despacio —haga el favor-, que tenemos prisa. España anhela la paz, y de qué manera. Pero no caiga en la trampa de correr a apagar los fuegos del Estatut, la inmigración o el aislamiento internacional con la manguera de una tregua ignominiosa e indigna. No en mi nombre.

 
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