Rumores y mentiras confidenciales

¡Qué importante es matizar! Resulta vital, por ejemplo, si uno quiere eludir el descrédito cuando el objetivo que persigue es precisamente el contrario: intentar evaluar de manera imparcial la realidad, algo que se supone en cualquier periodista que se precie.

Juan Luis Cebrián es consejero delegado de PRISA y, como bien pudo escuchar quien estuviera este miércoles en el Hotel Ritz de Madrid –como es mi caso- se tiene por periodista. Vamos, que repite por activa y por pasiva esa condición de reportero y como tal dice que mira la realidad.

Bien, pues Cebrián ayer no matizó. Arremetió, como viene siendo habitual en él, contra “los confidenciales”; contra todos, sin excepción. Todos son, opina el empresario-periodista, atalayas desde las que injuriar, mentir y difamar. Aunque no los lean muchos, sin embargo nadie –afirmó- queda libre de recibir las fotocopias que hacen circular aquí y allá los jefes de prensa. Pero -como por todos es sabido, añadió- sólo contienen rumores y chismes, sin credencial de veracidad  en su inmensa mayoría.

El ejecutivo de PRISA sostuvo que es uno de los más graves problemas del sector prensa. Tratamos con chantajistas –dijo-, que viven amparados en una sociedad que les entra al juego consumiendo noticias poco fiables y sin contrastar.

Y así, como elefante en una cacharrería, el periodista Cebrián se llevó ayer por delante a todo un colectivo periodístico. Cebrián, cabeza intelectual de una empresa, la Cadena SER, que todavía pide disculpas por “adelantar” en exclusiva el nombramiento de Ángel Acebes como sucesor de José María Aznar, o anunciar la existencia de dos terroristas suicidas entre los muertos del 11-M.

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Por errores semejantes, ¿a alguien se le ocurre hablar de editores embusteros, de profesionales de intenciones torticeras? No. Hay que matizar, y explicar que algún editor o algunos reporteros pecan de falta de rigor, pero habrá que salvar al resto de colegas que, con ahínco y esfuerzo, trabajan cada día por mostrar lo que está realmente pasando.

Resulta curioso que Juan Luis Cebrián entienda perfectamente esta elemental prudencia, y la promueva, cuando se trata de las propias barbas, y no en las ajenas. Le preguntaron en el Ritz por la situación de la prensa española y su respuesta fue: “A mí no me gusta hablar en general. Hay editores así y hay editores asá, hay periodistas así y periodistas asá, periódicos así y periódicos asá. Esto de globalizar tiene sus peligros. Hay periódicos muy buenos y muy malos. Editores que son auténticos piratas y editores que son verdaderos ejemplos de empresarios y de servicio a la comunidad”. Y, sin embargo, él se permitió globalizar sobre “los confidenciales”.

Efectivamente. Si se prescinde de matices y se deja llevar por las fobias, uno puede terminar siendo presa de sus propias palabras.