Zapatero no puede dormir

La salud del presidente llevaba tiempo sin dar que hablar. Al inicio de la legislatura circularon algunas voces sobre la frágil condición del presidente y si iba a poder aguantar el exigente ritmo que implica estar al frente del Ejecutivo.   Esta preocupación tuvo que ver con algunas manifestaciones externas, como ciertas muestras de ansiedad y otros síntomas, como la prevención a dormir fuera de un ambiente familiar y totalmente protegido, sequedad en la boca al hablar, cierta caída de pelo, mirada desacompasada entre el ojo izquierdo y el derecho… No fueron meras elucubraciones sino palabra de médico de cabecera. De galeno leonés, para más señas.   Ahora nos llega de su círculo más cercano que el presidente atraviesa otro mal momento físico. Que no duerme bien, que no descansa. El presidente parece necesitar una tregua (sin retintín lo digo), un alto en el camino, y ya diseña unas vacaciones con quince cocineros en Lanzarote para recuperar fuerzas. ¿Quién no clama por unos días de descanso, por desconectar una temporada del trajín diario? Que arroje la primera piedra.   Pero en el caso del presidente parece especialmente importante porque no sabemos si por culpa de la canícula o qué, sus últimas actuaciones en política exterior han sido un absoluto desastre.   Hace ya muchos meses, el inquilino de La Moncloa, aquejado de un extrañísimo dolor cervical, no acertó a levantarse en un desfile militar al paso de la bandera norteamericana. Aquel gesto dejó boquiabierto a medio mundo: nunca se había visto un insulto de tal calibre por parte de un político de un país no bananero. Nadie se percató de que se trataba de un problema lumbar, George Bush entre ellos, al que no se le ha escuchado palabra alguna en dos años y medio hacia el gobernante español, más allá de aquel “Hola, ¿qué tal amigo?”.   Unos meses después, ZP dejó plantado al presidente polaco en una cumbre bilateral acordada con muchos meses de antelación. El jefe del Ejecutivo español argumentó que “estaba cansado”. Y allí se quedó “mister polski” compuesto y rumiando el desfallecimiento del líder español.   No sabemos si lo del otro día fue un repentino enfriamiento pero Zapatero consintió sin muchos problemas que el muchacho que se fotografiaba a su lado le rodeara el cuello con el simpático pañuelo palestino. Y así, por vía informal, nos abrió el presidente una crisis diplomática que amenaza con traer mucha cola. No se pierdan la información con la que abre hoy ECD pues se le acaba de abrir al Ejecutivo un frente inesperado que le podría hacer mucha, mucha pupa.   Qué habrá adivinado el diario El País, que a cuenta de la deriva diplomática del máximo mandatario, se atrevió el pasado viernes a arrearle un guantazo importante a Rodríguez Zapatero, “demasiado influenciado –precisaba el editorial- por algunos prejuicios de la izquierda, que le llevan a manejar los argumentos con una evidente falta de matices”. Vaya, vaya con el señor Polanco: cuando le da por sentar cátedra, no le tiembla el pulso.   La política internacional es la cenicienta del Gobierno y eso España lo puede pagar caro. Hemos cerrado alianzas estratégicas con Cuba, Venezuela y Bolivia. Los estadistas como Fidel Castro, Hugo Chávez y Evo Morales han pasado a ser los interlocutores más cabales de nuestro cansado presidente, que parece recomponer su figura únicamente a la sombra de estos regímenes tan coloristas.   Mientras tanto, seguimos necesitando con urgencia contar un poco más en Europa, fortalecer nuestros vínculos con el resto de Hispanoamérica, aprender de Francia cómo logra mantener una cierta distancia de la administración Bush (si eso es lo que se quiere) pero sin perder la vocación atlantista y contar de una vez con peso específico en el Mediterráneo.   Compaginar todos estos propósitos con las políticas tan extremadas del inquilino de La Moncloa requiere, sin duda, de una vigorosa constitución física y virtudes tan diplomáticas como la cautela, el tacto o la astucia.   Por eso la opinión pública sigue con gran atención tanto el estado de salud del presidente como los movimientos internacionales del gobierno. El propio ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, ya destacó en su discurso de investidura la importancia de su departamento en el desalojo del Partido Popular del poder.   Por lo pronto, tenemos muy cabreados a los chicos de los servicios secretos israelíes, a los muchachos del Mossad que tanta saben de terrorismo islamista y de los deseos del PSOE por alcanzar un acuerdo con ETA, años atrás. Nunca el solaz de La Mareta le vino tan bien al jefe del Ejecutivo. Si quiere llevarse veinte cocineros en vez de quince, adelante. No hay que escatimar que nos jugamos mucho.

 
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