Me basta con el plato de ducha

Él tiene 43 años pero dirige ya un imperio valorado en 80 millones de dólares. No se conforma con influir en sus seguidores. “Lo que quiero cambiar –dice- es la calidad de vida de la gente”. De hecho, cada año, legiones de personas pagan miles de dólares a cambio por gritar con él, a coro, en algún estadio repleto: “Tengo poderes sin límites”, “¡Voy a dirigir, no a seguir! ¡Voy a creer, no a dudar! ¡Voy a crear, no a destruir!” “Controlo mi destino”.

Es Tony Robbins, el nuevo gurú de la industria de la autoayuda que, desde abril de 1989, emite cada 30 minutos por toda Norteamérica sus “infomerciales”. Con ese discurso ha vendido millones de libros y videos, pero ya no se conforma con influir sobre las vidas emocionales y financieras de sus devotos.

“Lo que me impulsa es el deseo de provocar un impacto profundo”, explica Robbins. Además de vivir en la mente de sus seguidores, adiestrándolos para alcanzar el “rendimiento máximo”, Tony apunta a estar en los armarios de sus cocinas, en sus botiquines y en sus bolsos de gimnasia. Todo para ganar en autoestima personal y lucrarse con la venta de un torrente constante de productos y servicios que prometen enseñarles a controlar sus vidas y tomar conciencia de todo su potencial.

Ella es de edad parecida a la de Tony Robbins: tiene 45 años. Tampoco parece querer conformarse con aportar su granito de arena a la buena marcha del país. Quiere cambiar la calidad de vida de la gente, favorecer las relaciones interpersonales, abrir las personas a su entorno, a espacios comunes donde los ciudadanos transmuten sus posicionamientos individualistas por una mayor apuesta por la colectividad.

María Antonia Trujillo, la nueva gurú de la industria del minipisito, nos acaba de abrir a un mundo nuevo, donde ya no hay espacio para el salón comedor, el recibidor, el paraguas, el bolso o el abrigo, la terracilla o la biblioteca. No.

Cientos de miles de españoles gritan ya por los pasillos de sus abusivas e hipotecadas viviendas de 100 metros cuadrados: “¡No quiero bañera, me basta con el plato de ducha!”, “¡Compartamos lavadora; total, para lo que la uso!”, “Ya no necesito asistenta: yo solito me limpio el pisito”. Qué autoayuda.

La ministra de Vivienda ha querido, ella también, provocar un “impacto profundo” en el imaginario del españolito medio y ¡caramba si lo ha conseguido! Importa de los países nórdicos el modelo socializador de vivienda minimalista, en una clara apuesta por un modo de vida muy “progre”, donde hay cabida para El País Semanal, el decodificador de Canal Plus, el televisor de plasma, pero no para tres o cuatro habitaciones alternativas para la familia. Pero, ¿a quién le interesa la familia?

Una última pildorita sobre Tony Robbins, el gurú de la industria de la autoayuda: “Hay que entrenar la mente, el cuerpo y las emociones. La mayoría de aquellos que se comprometen a mejorar su vida pueden entrenar el cuerpo y hacer dieta y ejercicio, pero no son felices. Tienen una banqueta de dos patas. ¿Qué hago yo por ellos? Les doy el tercer pilar: la aptitud emocional”.

María Antonia también nos acaba de regalar cuarto y mitad de sustento emocional. Además, a quien esto escribe, argumento para un articulito en un día aciago. Y al mundo mundial, la idea de calidad de vida y progresismo que tiene este Gobierno. Trujillo controla mi destino habitacional. ¡Aleluya!

 
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