Por qué defiendo al siniestro fundador de Wikileaks

El caso de las filtraciones de Wikileaks presenta varios puntos especialmente relevantes. Estos son algunos de ellos:

-- El caso Wikileaks ha supuesto la confirmación de Internet como canal informativo de primer orden. Los cinco medios que han manejado el material original (The New York Times, Der Spiegel, The Guardian, Le Monde y El País) lo tuvieron claro desde el principio y optaron por publicar primero en Internet y después en el papel. Hemos asistido a la irrupción de un nuevo fenómeno, que será estudiado en los anales del Periodismo Contemporáneo.

-- Los desconocidos promotores del llamado ‘Cablegate’ se han servido de Internet para llegar hasta donde nadie lo había hecho. Se ha logrado mayor difusión e impacto que nunca. La prensa, la radio y la televisión han participado después del acontecimiento, obligadas precisamente por la repercusión alcanzada en la Internet. Las redes sociales han sido un instrumento imprescindible para magnificar las exclusivas.

-- Los expertos aseguran que esta filtración ha puesto en jaque el futuro de las relaciones internacionales. Las legaciones diplomáticas deberán medir mucho más ahora los adjetivos que utilicen en sus informes o los países tendrán que hacer los deberes y dar con un sistema invulnerable que les permita manejar esos documentos que les deja tan expuestos.

-- Otro dato interesante. No recuerdo haber asistido nunca a una estrategia en la que varios medios, de distintos países y con diferentes dueños, conciertan la publicación de un paquete de información a gran escala. El éxito ha sido arrollador y el eco de la exclusiva se ha multiplicado exponencialmente. Un aviso a navegantes.

-- No ha sido un ‘scoop’ aislado. Se anuncian nuevas revelaciones sobre el mundo financiero. Wikileaks parece estar en posesión de 10.000 documentos confidenciales que afectan directamente a grandes bancos americanos. A esto hay que unirle el ‘seguro de vida’ de Julian Assange: un archivo llamado “insurance.aes256”, protegido por una contraseña que sólo será desvelada en caso de muerte de su líder. Ese archivo contiene nuevo material inédito, más sensible todavía.

-- Se ha tratado de una operación periodística brillante que presenta, sin embargo, varios puntos oscuros que no han sido aclarados: ¿Por qué Wikileaks ha concertado la difusión de estos papeles únicamente con empresas informativas ideológicamente de izquierdas? ¿Se ha pagado dinero por esos contenidos? ¿Los medios de comunicación que manejan los telegramas han podido esconder material relevante porque, por ejemplo, no dejaba en buen lugar a alguno de sus ‘amigos’? ¿Qué criterios se han seguido en la selección de lo que se ha publicado? ¿Quién financia Wikileaks y por qué, qué pretende?

-- El perfil de la cabeza visible de esta web es igualmente inquietante. Julian Assange es hijo de una familia de titiriteros, nadie sabe muy bien cómo logró los conocimientos suficientes para convertirse en el hacker que, bajo el pseudónimo de ‘Mendax’, atacó parte de los ordenadores militares del Gobierno de los Estados Unidos. Con sólo 17 años fue acusado de 30 delitos y cayó en una depresión. Pagó una multa, durmió en parques como un vaga bundo, tuvo un hijo con 20 años, estudió matemáticas y fundó Wikileaks. Se le acusa de egocéntrico, de excesivo personalismo y de no tolerar las críticas.

-- El papel de Hillary Clinton ha sido muy activo en esta crisis. Advirtió a los líderes mundiales de la que se avecinaba y comenzó una cruzada de presiones para acorralar al máximo responsable de esta ofensiva. Wikileaks ha debido soportar ciberataques informáticos, el desplante de plataformas donde alojaba su web, la huida de empresas como MasterCard o PayPal que habían sido contratadas para tramitar donaciones anónimas a la plataforma…

 

-- Hay quien sostiene que se ha tratado de una filtración que obedece a un pulso interno del gobierno americano y cuyos promotores pretenden cobrarse una pieza: precisamente la cabeza de Hillary Clinton, responsable de la diplomacia estadounidense, que aspira a la misma presidencia de los Estados Unidos.

Llegados a este punto, merece la pena detenerse y analizar lo sucedido.

¿Quién es el ladrón?

La estrategia de la Administración Obama ha sido en esta cuestión hablar de “robo” y de “ataque a la comunidad internacional”. El gabinete de crisis convocado por el presidente americano para analizar y paliar esta ofensiva, reunido desde el pasado 26 de noviembre en la War Room de la Casa Blanca, optó desde el primer momento por un plan para destruir al dueño de Wikileaks.

Hillary Clinton no ha estado sola en esta maniobra de acoso. El senador independiente Joe Lieberman (presidente del Comité de Seguridad Nacional del Senado americano) logró que Amazon expulsara a la web de sus servidores. El presentador Bill O’Really ha pedido públicamente desde la Fox la ejecución de Julian Assange. El republicano Pete King ha invitado a que Estados Unidos considere Wikileaks como una organización terrorista.

Se trata a mi juicio de un error y un abuso. Estados Unidos debe aclarar internamente quién es el responsable de esta grave fuga de información. Obama así lo ha entendido y ha tomado cartas en el asunto. Hace unos días nombró a Rusell Travers como su asesor ‘antifiltraciones’. Es legítimo. Pero de ahí a ‘matar al mensajero’ hay un trecho.

El periodista debe ser cuidadoso con lo que publica. Velar por el rigor de las noticias que difunde, no poner en peligro gratuitamente a las personas y servir al interés general. Lo expliqué hace unos días en otro foro. Se trata de un debate con muchas aristas. Informar de terrorismo, de una epidemia o sobre la enfermedad de un líder tiene consecuencias graves para una sociedad y se pueden cometer injusticias. Entonces, ¿cuándo se debe informar?

El British Press Council explica que el periodista debe informar de todo aquello que sea de interés público. ¿Y eso en qué consiste? En lo siguiente: a) Detectar y exponer delitos o graves faltas y conductas antisociales; b) publicar datos que ayuden a proteger la salud y la seguridad de los ciudadanos, y c) difundir información que impida que los ciudadanos sean confundidos o engañados por declaraciones o actos de individuos u organizaciones.

La reacción de Benedicto XVI

Hillary Clinton y sus colegas de partido deberían tomar nota sobre una de las respuestas que ofrece Benedicto XVI al periodista Peter Seewald en el libro-entrevista que se acaba de publicar. En un determinado momento, Seewald alude a la agresividad mostrada por ciertos medios de comunicación cuando informaron de los escándalos sexuales protagonizados por algunos sacerdotes católicos. La respuesta del Papa fue la siguiente:

-- Saltaba a la vista que la información dada por la prensa no estaba guiada por la pura voluntad de transmitir la verdad sino que había también un goce en desairar a la Iglesia y en desacreditarla lo más posible. Pero más allá de ello, debía quedar siempre claro que, en la medida en que es verdad, tenemos que estar agradecidos por toda información. La verdad, unida al amor bien entendido, es el valor número uno. Por último, los medios no podrían haber informado de esa manera si el mal no estuviese presente en la misma Iglesia. Sólo porque el mal estaba en la Iglesia pudo ser utilizado por otros en su contra. (Benedicto XVI. “Luz del mundo”. Herder. Pag. 40).

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