Javier Fumero

El Gobierno más cortito de la democracia

Fotografía del Consejo de Ministros celebrado en Sevilla.
Consejo de Ministros celebrado en Sevilla el pasado mes de diciembre.

Entiéndame bien. Quiero decir corto, breve, fugaz, efímero. Porque, deshojada la margarita, se nos ha dicho que tendremos elecciones generales el próximo 28 de abril.

No habrá ‘superdomingo’ electoral, una opción que nos permitía ahorrar 130 millones de euros incrustando estos comicios junto a Europeas, municipales y autonómicas. No. El viernes se consumó el gatillazo de este Ejecutivo que, pese a lo que proclama el libro del presidente, ha logrado resistir más bien poco. De este modo se ha convertido en el gobierno más corto de la democracia española.

Nació tocado, más bien como un “todos contra Rajoy y la corrupción del PP” que como un proyecto común tejido entre adversarios. El tiempo ha demostrado que lo poco que les unía era precisamente esa aversión a Rajoy. El lastre por la falta de coincidencias entre los rivales políticos del PP ha podido más que el buenismo del presidente.

Es llamativo el contraste entre la ilusión que despertó este Ejecutivo y lo poco que ha durado, el final tan abrupto que ha tenido. ¿Recuerdan el asombro y las alabanzas que despertó la elección de los ministros? Fue prácticamente unánime el aplauso que se escuchó en la opinión pública. La buena acogida de su Gobierno no se reducía solo a su marcado carácter feminista, sino que la incorporación de perfiles solventes e independientes, de prestigio, parecía una llamada a la esperanza.

Josep Borrell fue nombrado ministro de Exteriores, un mensaje de firmeza frente a los independentistas catalanes. Nadia Calviño, economista y abogada, llegó a la cartera de Economía tras ejercer como directora general en la elaboración de los presupuestos europeos. Pedro Duque desembarcó con esa deslumbrante tarjeta de presentación que tiene haber sido escogido por la Agencia Espacial Europea en 1992 para formar parte del primer equipo de astronautas y haber viajado por primera vez al espacio en 1998. Por último, Fernando Grande-Marlaska fue designado ministro del Interior cuando en su pasado consta el apoyo que le prestó el PP para su designación como vocal del CGPJ.

De aquella ilusión arrebatadora queda más bien poco. El ministro de Cultura Màxim Huerta dimitió a los seis días de constituirse el gabinete tras conocerse los problemas que había tenido con Hacienda. Tras el verano siguió sus pasos la ministra de Sanidad, Carmen Montón, por sospechas en torno a su currículum académico. Después saltaron a la luz las grabaciones a Dolores Delgado, la ministra de Justicia, con Garzón y Villarejo.

El elenco de pifias y tropezones del Ejecutivo de Pedro Sánchez se puede completar con el acercamiento de los políticos presos a Cataluña (otra cesión), la polémica con la autoría de la tesis del presidente, el uso del Falcon oficial para acudir a un festival de música, la orden a la Abogacía del Estado para que rebajara la acusación contra los cabecillas del 1-O y, más recientemente, el patinazo con la figura del ‘relator’ que indignó incluso a importantes dirigentes socialistas.

El balance, como ven, no deja dudas: ha sido un gobierno corto, sí, pero intenso.

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