La gotera de la vergüenza

La escena que este miércoles se vivió en el Congreso de los Diputados es para pararse y pensar. Ojo. No pretendo promover un capítulo más de esa autoflagelación tan propia de la sociedad española, tremendista y brutal, capaz de pasar de la euforia a la depresión más profunda sin solución de continuidad.

No. Sólo propongo una cosa: pararse y pensar.

Ni España es una mierda (con perdón) por haber perdido los Juegos Olímpicos para Madrid 2020 en Buenos Aires, ni vivíamos en una burbuja de euforia irresponsable alentada por nuestros políticos.

No lo creo. No es verdad. Este país ha conseguido grandes logros en los últimos años. Ha acometido desafíos de forma innovadora y creativa, se ha reinventado demostrando capacidad de sacrificio y de trabajo. Y algunas grandes potencias extranjeras lo saben, lo admiran y lo valoran.

Sin embargo, una cosa es cierta: todavía nos queda mucho por hacer. Un ejemplo (y retomo el inicio de este comentario): resulta absolutamente intolerable lo que sucedió este miércoles en el Congreso de los Diputados.

El inicio del pleno tuvo que ser retrasado por una gran gotera en el techo del Hemiciclo, el mismo que acaba de ser remozado por unas obras que forman parte de un proyecto diseñado por Patrimonio del Estado.

Los trabajos concluyen el próximo mes de noviembre y la filtración se produjo por una fisura que permitió el paso del agua de lluvia desde la cubierta. Eso, en román paladino, tiene un nombre: chapuza.

La casualidad quiso que una delegación parlamentaria de Taiwán estuviera ayer en la tribuna de invitados. Las cámaras de foto digitales de los asiáticos echaban humo. Es fácil suponer lo bien que le vendrá este suceso a la ‘marca España’.

Insisto: soy enemigo absoluto de la autoflagelación gratuita. Pero a la chapuza hay que llamarla por su nombre: cha-pu-za. Porque es una vergüenza.

 

Más en twitter: @javierfumero

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