La insoportable levedad del economista Zapatero

Sucedió a la vuelta de la Cumbre Iberoamericana de Montevideo. Miguel Sebastián reunió en La Moncloa a un excepcional grupo de analistas para celebrar un encuentro de altos vuelos. Como ya se ha contado en estas páginas, los invitados encontraron significativamente cansado al presidente del Gobierno. Pero no sólo.   Según relata en privado alguno de los invitados, Rodríguez Zapatero manifestó durante esa cita, en tono de confidencia, lo siguiente: “A mi lo que me gusta es la economía”. El asombro entre los integrantes de los corrillos formados al salir de la reunión era notorio. El jefe del Ejecutivo siente querencias ahora hacia el capital.   La cosa tiene su enjundia. A uno le viene inmediatamente a la cabeza, por ejemplo, aquella conversación, desvelada en exclusiva por el periódico de Jesús de Polanco gracias a un micrófono traicionero. El hoy casi desaparecido Jordi Sevilla era, por entonces, el asesor económico del líder del PSOE, y no se pudo contener cuando oyó a Zapatero equiparar la “regresividad fiscal” con la “progresividad fiscal”. La conversación grabada recogió textualmente lo siguiente:   -- Jordi Sevilla: Se te nota todavía inseguro. Has cometido un par de errores...   -- Rodríguez Zapatero (sorprendido): ¿Eh?   -- Sevilla: ...como decir que incrementa la progresividad del sistema en el tema fiscal, cuando lo que de verdad incrementa es la regresividad...   -- Zapatero (quitándole importancia a la crítica): Pero bueno, eso son...   -- Sevilla (contemporizando y dando la razón a ZP): ...son chorradas, vamos. Lo que tú necesitas saber para esto son dos tardes, eh.   En ese momento terció Jesús Caldera, portavoz parlamentario del PSOE entonces, para echar una mano a su secretario general:   -- Jesús Caldera: Nada, nada. Ha quedado bien.   -- Zapatero (ilusionado): La cosa es que me gusta.   -- Caldera: Claro.   Y fue en ese momento cuando Jordi Sevilla pronunció aquellas “proféticas” palabras sobre el candidato a la alcaldía de Madrid, Miguel Sebastián, que acababa de ser nombrado asesor económico del PSOE:   -- Sevilla: Prefiero que me sustituyas tú [en intervenciones como las de aquel día] a que sea Miguel.   -- Zapatero (entre risas evasivas): ¡Qué cosas!   Efectivamente, señor presidente, ¡qué cosas! Jordi Sevilla fue desterrado al Ministerio de Administraciones Públicas, Sebastián aupado a La Moncloa, y ahora usted sufre una inopinada afición a las finanzas… Realmente, el mundo al revés. De hecho, visto lo visto, a uno se le antoja pensar que la citada declaración del presidente sólo puede tener su origen en una de estas dos causas:   a) Puede ser que el político leonés haya percibido ya lo que se contaba hace unos días en estas páginas: buena parte del poder económico del país ha dicho basta y está dispuesto a desalojarle del Gobierno. De ahí que, ahora, el presidente esté buscando acercamientos. La repentina reunión organizada por Sebastián en Moncloa confirmaría esta hipótesis.   b) O bien todo se debe a esa manifiesta levedad del jefe del Ejecutivo –que él tuvo a bien denominar “talante”- y que le permite sostener públicamente, el mismo día y sin rubor, una cosa y su contraria, dependiendo del auditorio ante el que se encuentre. Así, ante un grupo de expertos en finanzas, Zapatero dirá que su verdadera vocación es la de economista; ante el colectivo de artistas, que lo suyo ha sido siempre la cultura; ante jueces, fiscales y abogados, que lleva prendido en el alma un irrefrenable afán de justicia; ante etarras y abertzales, que la paz siempre es posible si hay actitud; ante los independentistas de Carod Rovira, que España es una suma de realidades nacionales… Y así sucesivamente.   Con todo, lo peor es que al presidente la cosa le gusta.

 
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