Chisgarabís

Paisaje
Paisaje

Ahora frecuentan medios e instituciones, sin que se produzca rechazo ciudadano a sus métodos, antes al contrario. Incluso hay quien apoya enfervorizadamente a estos personajes, sin importarles en exceso sus desvaríos. En la era de la emocionalidad y la apariencia, resulta un tanto banal que se razone bien y se exprese uno con corrección, porque ya todos podemos escribir un libro sobre cualquier cosa, aunque no contenga ni tan siquiera sandeces que muevan a la carcajada.


        También es habitual que estas lumbreras hagan uso de expresiones muy del gusto de la modernidad. Es igual que no se sepa a ciencia cierta su significado, porque legiones de personas las emplean de inmediato, de ahí que sea familiar escucharlas esperando el tren o en la barra del bar. “Poner en valor a los empoderados transversales que implementan el heteropatriarcado”, por ejemplo, constituye una genuina muestra de este cargante discurso, que convierte en un eximio intelectual al primer majadero que lo pronuncie, a pesar de que estas frases estén diseñadas precisamente para no decir nada o para decirlo todo a la vez, porque son puro humo.


        La imagen también proporciona alguna información sobre este zascandil contemporáneo. Por motivos que desconozco, la corbata ha sido erradicada del vestuario masculino, salvo en su versión de hostelería de barrio, con ese nudo a medio hacer y su estrechez de otra época. El estilo desaliñado se ha instalado como principal atuendo, debido al irrefrenable deseo de parecer jovial y alejarse del estereotipo carca, cuya elegancia intemporal y universal se percibe como secundaria, orillando aquella inteligente sugerencia leonesa de “así te veo, así te trato, maragato”.


        No es fácil conocer las causas por las que hoy proliferan tanto estas criaturas. Es posible que nos mantengamos en los mismos porcentajes de siempre, pero lo que es claro es que ya no se esconden, sino que abundan más que los botellines y hasta pastorean a las masas. Exhiben su desparpajo sosteniendo disparates o pontificando sobre asuntos que desconocen, poniéndose interesantes ante la mirada embelesada de unas gentes que, sorprendentemente, les siguen como si se tratara de unos modernos oráculos.


        Ante este panorama, no es de extrañar que se censure el nombramiento de alguien experto en determinada materia y que no ha derrapado demasiado en su trayectoria, y no digamos nada si viste traje y corbata convencionales o aparenta cuidar su aspecto, porque entonces el tema se presenta como preocupante.


        Nuestro problema, como hace un siglo advirtiera Cajal, sigue siendo la incultura y la ignorancia, pero ahora parece haberse incrementado en grados de osadía y notoriedad, extendiéndose por doquier y generando una realidad social verdaderamente antipática, que en lugar de ocuparse de lo que domina, opina de todo con vehemencia, siguiendo la estela del zoquete que se asoma a diario al escaparate público y que continúa sacando la lengua a pacer, como solemos decir los asturianos.


Javier Junceda.

 
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