Dudemos

 Indudablemente, ha sido un éxito de la democracia incorporar al sistema a quienes pretendían de forma deliberada acabar con él. Siempre es mejor tenerlos sentados en los parlamentos que generando problemas de seguridad en las calles. Pero, una vez logrado esto, hemos de volver sobre la causa real por la que tantísimas personas confían el futuro en candidaturas que se levantan sobre modelos superados por la civilización.

Tanto la percepción ciudadana como los aliados internacionales de estas formaciones y sus llamadas confluencias los sitúan en la extrema izquierda. En sus manifestaciones públicas, igualmente insisten en ese imaginario, en el que las maneras cobran tanto protagonismo. Las actuaciones que desarrollan en las asambleas legislativas donde ya están, en Europa o en las Comunidades Autónomas, también siguen los mismos patrones: efectismo mediático inmediato con ropaje técnico, aunque tantas veces adolezca de un mínimo estudio de gabinete sensato. La búsqueda continuada del titular en lugar de la aportación de propuestas cabales y eficaces, constituyen hasta el momento su santo y seña.

 Así las cosas, ¿cómo es posible que esta forma de hacer cautive a tanta gente, mucha de ella procedente de "la generación más formada de la historia de España"?... Quienes se dedican al análisis social tienen la palabra, pero algo parece indicar que en todo este fenómeno se pueden estar dando la mano factores muy diversos. Por un lado, el fracaso tan notable del sistema formativo en España, centrado en la enseñanza de contenidos y nunca en la educación de las personas; por otro, el despiste generalizado en cuanto a referentes morales sólidos; y, en fin, el ansia latente en muchos de resetear el sistema o ponerlo boca arriba para disponer de una nueva oportunidad, aunque ello se lleve por delante a la mayoría y nos devuelva a todos a la casilla de salida.

Estos elementos, unidos al desencanto provocado por la falta de salidas prontas a la crisis y al abuso por estas fuerzas emergentes y sus satélites de la propaganda en la mayoría de los medios (en donde son auténticos maestros), las convierten en los nuevos redentores, lo que se traduce en una presencia institucional tan amplia.

El auténtico riesgo que supone todo esto es que los electores que han confiado en estos nuevos gurúes, al comprobar el fracaso esperable de sus propuestas y hasta de su propio funcionamiento interno, a buen seguro se tornarán en antisistemas de mayor calado y radicalidad, difíciles de recuperar entonces para la convivencia social. Así han terminado todos los populismos, de uno u otro signo.

Aunque su llegada al escenario político haya supuesto un revulsivo a los partidos tradicionales, al servir además como cauce a tantas personas que hasta entonces no se encontraban cómodas en democracia, las sombras que se proyectan sobre estos movimientos suman más que los claros. Sobre todo porque ya sabemos adónde conducen sus ideas, por más que las disfracen.



Javier Junceda (Oviedo, 1968). Jurista. Profesor de Derecho Administrativo. Abogado. Académico Correspondiente de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación y de Número de la Real de Jurisprudencia de Asturias. Académico Correspondiente de la Academia Norteamericana de la Lengua Española. Doctor Honoris Causa en Derecho por cuatro universidades y profesor honorario o visitante de otras seis. Autor de más de un centenar de publicaciones jurídicas, participa en numerosos programas formativos. Articulista de opinión en diversos medios de comunicación.



 
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