Neón navideño

Y no solamente en municipios gobernados por quienes venían a llevarnos al edén, sino en todos los demás sin excepción, incluidos aquellos liderados por formaciones que se dicen pomposamente seguidoras del humanismo cristiano.

Si se ha instalado ya desear felices fiestas en lugar de feliz Navidad, pronto lo haremos con las fiestas del invierno, como a la Semana Santa se pretende denominar fiesta de la primavera o a san Juan la del solsticio del verano. Ese papanatismo asentado resulta cómico: la neutralidad escénica sobre las celebraciones religiosas, además de constituir una hilarante caricatura, revela la falta de arrestos de quienes lo que de verdad desean es desafiar estas tradiciones y los credos que las sustentan. En lugar de atreverse a ser coherentes y prescindir de las bombillas en las avenidas o plazas, prefieren abochornar al personal (incluidos sus seguidores), a través de luces geométricas y otras ocurrencias luminosas que no contengan ni el más minúsculo rasgo ligado a la pascua católica.

Todo esto, además, responde a un profundo desenfoque de partida. Me resulta sencillamente inexplicable que el nacimiento en la mayor pobreza de quien más de mil y pico millones de personas en el planeta consideran su redentor, pueda ser ocultado por cualquier opción, y mucho más por aquellas que apelan constantemente a los desfavorecidos como su objetivo, organizando en torno a dicha idea su ideario. Es decir, ni tan siquiera una interpretación populista de la doctrina, que está tan en boga, permite que se luzca la natividad de Jesucristo como es debido.

Los esfuerzos actuales para evitar cualquier motivo religioso en la iconografía navideña resultan lisamente ridículos. Cuesta recibir tarjetas de felicitación o mensajes que contengan alguna alusión a la sagrada familia o al acontecimiento principal que nos mueve en estas fechas. Incluso en las más altas magistraturas del Estado, se desplazan por retratos de quienes las personifican, por imágenes de edificios nevados, o por paisajes de bosques escandinavos. Las excepcionales obras de arte sacro inspiradas en la Navidad colgadas de nuestras pinacotecas, con el Museo del Prado a la cabeza, no sirven para desear alegrías en estos días, porque lo que prima ahora es la calculada ambigüedad resumida en unas bolas y cajas con lacito, cuando no por unos poliedros sin ninguna intencionalidad.

Sin querer dar ideas, a este camino acabarán alumbrando la Navidad con figuras de langostinos o de una lombarda. O con imágenes icónicas de mártires políticos históricos, que todo se andará. Cualquier cosa sirve ya para no hacer lo que hay que hacer, que es decorar con diseños propiamente navideños estas jornadas, dejándose de simplezas.

O se hace así o se eliminan las luces, si se tienen agallas para asumir sus consecuencias. Todo lo demás es una mayúscula ridiculez, que no por soportarla debemos de acostumbrarnos a ella.   



Javier Junceda.

 

Jurista.



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