Occidentali's Karma

Ambas competiciones musicales me permitieron gozar de momentos tan inolvidables como hilarantes, protagonizados por aspirantes sencillamente indescriptibles, como aquél centroamericano que se presentó al certamen latino vestido con una especie de pijama para clamar de rodillas ante una atónita audiencia “que no nos tiren más bombas atómicas ni neutrónicas, que no nos tiren esas bombas infernales” (sic).

            Con la triste desaparición del festival de la OTI solamente nos queda el de Eurovisión, en el que las naciones del Este europeo, tras la atomización provocada por la desaparición del bloque soviético y sus satélites, reinan habitualmente a través de melodías aceptables o bien llamando la atención con botarates cuya música es lo de menos, porque lo que mejor saben hacer son números circenses.

            Este año una canción destacó por encima de las demás, aunque los líos del televoto y los chanchullos del sufragio entre países afines la hubieran relegado al sexto lugar de los veintiséis participantes.

            El representante de Italia interpretó una fresca, punzante y extraordinariamente mordaz fotografía de los europeos actuales, un retrato perfecto del tiempo presente. La letra de Francesco Gabbani y sus compañeros resume con gracia y profundidad irónica esa nada actual de los occidentales trufada con importaciones simplonas de las moralidades orientales (sin sus duras disciplinas, claro), con la exclusiva y superficial intención de colmar un postureo de selfie vacío y cómico.

            Gabbani pone el dedo en la llaga. Su karma de los occidentales es el mejor espejo de una sociedad de camelo que prefiere adoptar cualquier mantra que venga de lejos en lugar de ponerse a buscar soluciones por si sola y sobre sus raíces. Respuestas fáciles, dilemas inútiles, inteligencia demodé, intelectuales de café, internetólogos, humanidad virtual, sexualismo, tiempo de diversión y gloria non stop y para todos, panta rei (el todo fluye de Heráclito) y singin’ in the rain, como con tanta valentía y fina sorna describe el tema, triunfador en San Remo.

            Una canción, en suma, provocadora y bella, con formidable música, voz ligeramente rasgada al más genuino estilo italiano y una puesta en escena divertida y sagaz, en la que por no faltar no falta ni el mono desnudo al que queremos retornar, a golpe de intrascendencia, apariencia, impostura, frases bonitas en las redes sociales, nirvana occidentalizado y las olas que vienen y van.

            Sin duda, de lo mejor de Eurovisión en años.


 
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