Autoayuda

Un hombre en una biblioteca (Foto: Pixnio).
Un hombre en una biblioteca (Foto: Pixnio).

Es justo reconocer el efecto saludable que la biblioterapia proporciona. En su día me sirvió de mucho leer El hombre en busca de sentido, de Viktor Frankl. El insomnio desatado por unas preocupaciones sin tregua desapareció por completo tras meterme de lleno en las experiencias del protagonista en un campo de concentración y comprobar páginas después las explicaciones psicopatológicas del propio autor. Recomiendo desde entonces esta obra a quien se queje por quejarse, o al que padezca esas crisis noógenas que Frankl consideró causadas por vidas sin ton ni son, carentes de significado. ¡Cuántas neurosis continúan teniendo ese mismo origen!

Al margen del bien que todo libro proporciona, y especialmente aquellos que aportan algún alimento intelectual o espiritual, de un tiempo a esta parte se han abierto camino otras publicaciones que siguen la triste deriva de estos tiempos insustanciales. Las ediciones bautizadas como de “autoayuda” pueblan desde hace años las estanterías y baten récords de ventas en las librerías e internet, ocupándose la mayor parte de las veces de asuntos de cierta enjundia de manera trivial, cuando no rayana en lo cómico.

No ubico aquí a las novedades de autores de relieve científico que pretenden divulgar en román paladino los arcanos de sus artes, tan difíciles de desentrañar para el gran público, sino de aquellas que tratan de exponer materias de interés cotidiano -muchas de ellas objeto de sesudos análisis de especialistas, algunas sin remedio-, con un formato banal cuando no contraproducente.

Lo que tendrían que hacer quienes muestran inquietud hacia esa crucial información es pedir de inmediato consulta con el profesional que de verdad sabe del tema y dejar de hacerse daño “autoayudándose”. En lugar de actuar así, sin embargo, se suelen tomar a estos “manuales” -nótese que con el entrecomillado lo que se persigue no es ilustrar, sino amaestrar- como si fueran textos sagrados, aun cuando estén plagados de simplezas de envergadura.

Hoy te encuentras con manuales de autoayuda para todo. Desde sobrevivir a las estafas financieras hasta cómo exonerar mejor el vientre. Comienzan y terminan siempre con idéntica cantinela: que si hay que aprender a quererse y ser muy amigos de los amigos. Y, también, que cada uno somos un ser especial que debe abrir la mente positivamente para reforzar su autoestima, o ligerezas por el estilo. En medio de este insufrible ladrillo, aprovechan para colocarte consejos penosos sobre cómo superar un timo bancario en el que no hemos leído la letra pequeña, o cómo perder peso sin cabrearte con tu familia y acabar con una diarrea de garabatillo.

El gaznápiro contemporáneo, en vez de acudir al experto para que le examine detenidamente su problema, adquiere ahora uno de estos llamativos ejemplares específicamente pensados y diseñados para él, con la vana ilusión de encontrar ahí la solución. Y seguro que luego lo intentará con una llamada a una vidente de la noche televisiva para ver qué tal le sale la lectura de los posos del café con leche.

Urge sacar al mercado un manual de autoayuda sobre estos araneros manuales de autoayuda. Solo así podremos liberarnos de tanto camelo disfrazado de erudición y del fracaso que a diario operan en no pocas almas cándidas.

 
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