Predicción en la Economía y en la Sociedad, I

Si una pregunta se hacen los ciudadanos, es cuándo saldrá España de la crisis económica. Responder a esta pregunta supone, de manera implícita, decir también cuándo se estabilizará la economía española, cuándo volveremos a ver crecimientos del Producto Interior Bruto, cuándo se incrementarán los índices de producción y de consumo y de exportación y, sobre todo, cuándo se volverá a crear empleo. De una sola pregunta pueden obtenerse varias o muchas respuestas, todas relevantes. En este caso, se trata de la pregunta del millón de dólares.

Si yo dijera que tengo la respuesta, e hiciera una encuesta entre población general, es posible que nos encontráramos, por igual, respuestas que mezclarían la ansiedad por saber de verdad qué va a pasar y, al mismo tiempo, mucho escepticismo. En España, entre el 1 de enero de 2008 y el 1 de marzo de 2012 podríamos decir que no se habla de otra cosa en la calle, sino de la crisis económica. Desgraciadamente para los españoles, 2008 fue año electoral, y el presidente del gobierno, entonces, José Luis Rodríguez Zapatero, negó que España pudiera entrar en una crisis económica. Durante mucho tiempo, demasiado, el gobierno socialista negó la inminencia de la llegada de la crisis e, incluso, llegó a negar su existencia, cuando ya estábamos viviendo en ella. En general, los ciudadanos tendemos a fiarnos bastante de los gobernantes que hemos elegido: de hecho, la confianza que tenemos en ellos es uno de los motivos más importantes por el que elegimos a un líder o a un partido político en unas elecciones.

Sin embargo, desde mediados de 2007, prensa, radio, televisión e Internet, venían avisando de la llegada de una crisis financiera, cuyo origen estaba en Estados Unidos, y que, tarde o temprano, acabaría por llegar a las costas de Finisterre y, de ahí, tierra adentro, al conjunto de la Unión Europea. Así sucedió, de hecho. Una de las características fundamentales de la llamada “Globalización” es que los sistemas financieros son transnacionales, atraviesan fronteras y están interconectados. Con un pequeño golpe de tecla (“Enter”) de ordenador, en Nueva York, puede desatarse una tormenta financiera en Occidente, ante la cual, los políticos tienen muy pocas herramientas para responder con rapidez y con eficacia.

Lo que piensan los españoles y los ciudadanos de Occidente

Entre el año 2007 y el año 2012, conforme la crisis financiera cogía velocidad de crucero en España y afectaba al corazón del motor económico del país (la construcción y el mercado inmobiliario), las prioridades de los españoles han ido cambiando, han evolucionado, se han metamorfoseado. Utilizo tres verbos (cambiar, evolucionar y metamorfosear) porque, aunque su significado pueda parecer el mismo, basta mirar el diccionario para ver que, cada uno de ellos, significa cosas distintas, aun cuando haya componentes comunes, que expresan muy bien el sentir y el pensar de los españoles.

El terrorismo ya no es la primera preocupación de los españoles, como sí lo fue durante los trece años previos al 2008, de bonanza económica. Conforme la crisis avanzaba, y pasaba del sistema financiero a la construcción y, de ahí, al resto de sectores económicos, el paro (73%), la economía (53%) y los políticos (33%), se convertían -sistemática y repetitivamente-, en las tres primeras y principales prioridades y motivos de preocupación de los españoles. Curiosamente, en Estados Unidos, desde los atentados terroristas de Al-Qaeda del 11 de Septiembre de 2001, al día de hoy, la evolución en la opinión pública ha sido muy similar, tanto en prioridades como en sus porcentajes, con el sentir de la población española. Puede decirse lo mismo de los países de la Unión Europea, según los datos de EuroStat, y de los países más desarrollados del mundo, con la información que proveen los Servicios de Estudios de la OCDE, el FMI y el Banco Mundial.

En sociología, está más que estudiado el fenómeno: las personas vivimos en las “burbujas”, más grandes o más pequeñas, en las que transcurren las 24 horas del día del devenir de nuestra existencia. Y nos formamos opiniones, en el caso de la población general, los 47 millones de personas que vivimos en España, según los últimos datos del INE, no conforme a lo que nos dicen la prensa, radio, televisión e Internet, sino en función de lo que nosotros, y los de nuestro entorno más cercano, vemos, oímos, tocamos, experimentamos y vivimos. Hoy, con una tasa de paro del 22,85% de la población activa (último dato público de la Encuesta de Población Activa, EPA, que elabora el INE), en marzo de 2012, es estadísticamente imposible que, en España, alguien pueda negar la existencia de la crisis económica: casi el 100 por ciento de los españoles saben de algún familiar, amigo, vecino o conocido que, en los últimos cuatro años, ha perdido el puesto de trabajo. Más del 50% de los 16,9 millones de cotizantes españoles tienen, personalmente, miedo de ser, ellos, los que pierdan el empleo.

En el colectivo de los cinco millones, trescientos mil parados, que oficialmente existen hoy en España, o en el millón de familias con todos sus miembros en paro, las únicas preguntas que cabría hacerles en una encuesta, es el cómo se les puede ayudar, porque muchos ya dicen que, tras años de infructuosa búsqueda de empleo, ya han perdido la esperanza de encontrar un puesto de trabajo. De hecho, una sustancial parte del desempleo en España es estructural y está ahí para quedarse durante muchos años. España está empezando a ser, de nuevo, tierra de emigrantes, pero a diferencia de los años sesenta del siglo pasado, cuando un millón de españoles con poca formación académica, emigraban a Alemania, Holanda, Suiza, Francia, y otros países de Europa, para trabajar en sus fábricas, hoy, la ausencia de un buen modelo productivo español, obliga a los más formados y mejor capacitados, a buscar trabajo en los Países Emergentes: China, India, Brasil, etc.

Las leyes, a largo plazo, transforman la realidad económica y social

 

El nuevo gobierno de España, del Partido Popular, ha tomado muchas medidas urgentes, nada más llegar a la Moncloa, para reactivar la economía. Con independencia de lo que piense la población general, cualquier economista sensato sabe que esas medidas duras, son necesarias: reforma laboral, reforma financiera y tantas otras más. Cuando el 30 de marzo, el Gobierno presente los presupuestos para 2012, estoy seguro que irán acompañados de otro paquete de medidas, también muy duras. Y necesarias.

El problema es que, la realidad de un país no se cambia solamente a golpe de decreto ley: además, hace falta tiempo. Que las leyes ayudan mucho a cambiar una sociedad y la empujan a evolucionar su mentalidad es una de las realidades más obvias del siglo XX y los inicios del siglo XXI. “Antiguamente”, existía el Derecho Consuetudinario: de las costumbres que la población vivía, surgían normas que acababan por convertirse en leyes. En gran medida, hoy, es al revés: las leyes conforman la manera en que la sociedad piensa y se comporta: aunque este proceso transformador lleva tiempo; tengo medido empíricamente que, para que una ley tenga un impacto transformador en la sociedad, han de transcurrir períodos de entre ocho y diez años. Más o menos dos legislaturas.

En la España inmediatamente posterior a la muerte de Franco, hubiera sido impensable que la realidad social fuera la siguiente: cada año, en España, en la primera década del siglo XX, hay tantos divorcios como enlaces matrimoniales (religiosos y civiles); más aún, antes de la crisis, los divorcios llegaron superar los casamientos: 200.000 divorcios anuales versus 178.000 bodas, de media. Por motivos económicos, la crisis ha invertido esta tendencia y, desde el año 2008 hasta hoy, el número de divorcios está descendiendo, y unos y otros están igualados, aunque ambos con tendencia a la baja, porque, tanto casarse como divorciarse, cuesta dinero, y el entorno de crisis no es favorable a los dispendios, sean tristes o motivo de alegría.

Insisto: cuando murió Franco, esta realidad social era impensable, porque España era total, entera y oficialmente Católica. Pero se aprobó la ley del divorcio en las Cortes y, una realidad social que no existía, “la ruptura matrimonial legal”, acabó convirtiéndose, más de treinta años después, en algo con lo que está de acuerdo el 70% de la población, y estamos en contra el 30% de la sociedad. Este 30% se identifica con valores cristiano-católicos y, de hecho, se declara como “católico practicante”, en las encuestas del CIS: asisten a Misa “habitualmente o, al menos, una vez por semana, (los Domingos)”. Podría poner docenas de ejemplos de cómo, en Occidente, el Derecho Positivo ha hecho cambiar, evolucionar y metamorfosearse la sociedad.

También, en el ámbito económico. Otra gran pregunta que me hago es si, por ley, es posible crear un modelo productivo nuevo en España. La respuesta es que sí, pero con un matiz: una vez más, estos cambios profundos, llevan tiempo. Concretamente, y simplifico, implican cuatro años de planificación (una legislatura) y otros cuatro años de arranque e implantación (otra legislatura). Los frutos positivos se empezarían a ver cuatro años más tarde (tercera legislatura). En total doce años, para empezar a ver la luz al final del túnel.

Puesto que, el gobierno socialista perdió –a propósito, tanto por conveniencia, como por ignorancia e incompetencia-, los cuatro primeros años, del período 2008-2012, para sentar las bases de un nuevo modelo económico-productivo, que cambiara la realidad económica de España, le ha tocado hacerlo al Partido Popular, gobernando a golpe de decreto ley urgente, puesto que, a Dios gracias, goza de mayoría absoluta en el Parlamento y, en cuanto al pensamiento económico, está en sintonía con los nacionalistas catalanes de CIU. Los nacionalistas del PNV, en el fondo, también están de acuerdo con esta política económica del PP pero, por motivos ideológicos obvios, jamás podrán reconocerlo.

Todos sabemos que los catalanes son conocidos –y, en mi caso, admirados-, por su pragmatismo. Admiro también a los vascos y navarros por su capacidad de trabajo y esfuerzo, porque son innovadores, son emprendedores: tienen muchos valores que respeto y admiro. De hecho, si, en un escenario hipotético, algún día se unieran los llamados “partidos de derechas” de toda España, por ejemplo, el PP, CIU y el PNV, es posible que las izquierdas, nacionales y nacionalistas, lo tuvieran muy difícil para volver a gobernar en nuestro país.

Los líderes de opinión anticipan tendencias económicas y sociales

Hasta ahora, he hablado solamente de la sociedad en general, de la población general española, de esos cuarenta millones de nacionales y los siete millones de inmigrantes. Pero, ¿qué pasa con las llamadas élites, en España y en Occidente? Me refiero a grandes empresarios y directivos del más alto nivel, a inversores institucionales, multimillonarios, analistas financieros y gestores de fortunas, a economistas y académicos de la empresa y los negocios, al llamado Tercer Sector (directores de ONGs, Fundaciones e, incluso, sindicatos), los líderes de opinión en Internet y en Redes Sociales, los políticos, autoridades y reguladores… Son solo unos pocos miles de personas, pero son los que lideran los países y eso les convierte en “influyentes”, “destacados” y “relevantes” (adjetivos que utilizamos en las encuestas sociológicas)

Desde el año 2006, he venido haciendo el Estudio KAR (siglas en inglés: Key Audiences Research o Investigación Social entre Élites), desde la firma Ipsos Public Affairs España, para la que trabajé como director general. Uno de los objetivos del Estudio era predecir, con un año de antelación, tendencias económicas y sociales en España, de manera que, tanto el sector público como el privado, pudieran tomar decisiones con conocimiento de causa.

Algunas conclusiones del Estudio se han repetido sistemáticamente cada seis meses en estos años (2006-2012): en España y, en Occidente, en general, los denominados líderes de opinión, se forman opiniones sobre la economía y las finanzas, en un 90%, a través de la información económica, de negocios y financiera que les provee la prensa, la radio, la televisión e Internet, es decir, los medios de comunicación, incluidas las redes sociales en Internet. Segunda conclusión: su percepción sobre la realidad económica de España, y de Occidente, ha sido pareja, ha ido en paralelo, con la evolución del Producto Interior Bruto, desde mediados del 2006 hasta la primera mitad del 2012. Y, puesto que ya he dicho que una de las finalidades del Estudio, era predecir el futuro económico de España a doce meses vista, lo que muestran los gráficos de resultados, es que su percepción sobre la economía en el futuro, ha coincidido siempre con lo que finalmente sucedía en los mercados financieros, el mercado laboral y la evolución del PIB del país.

Me consta que hay muchos escépticos acerca de la capacidad predictiva en la Economía y en la Sociedad. Es cierto que, en estos años, muchos economistas se han equivocado en sus predicciones. También es verdad, que algunos economistas han acertado en las suyas. Muchos Servicios de Estudios Económicos, no es que se hayan equivocado en sus predicciones, sino que han ido por detrás de la realidad, lo cual es una aberración. Pero, no es menos cierto que algunos Servicios de Estudios Económicos, como el de FUNCAS (de las Cajas de Ahorro, en España), el Servicio de Estudios de La Caixa o el Estudio KAR, han acertado (correctamente) en sus predicciones.

No al determinismo marxista, sí a la igualdad de oportunidades

Como en cualquier oficio y profesión, hay unos que hacen el trabajo mejor que otros: frente a la creencia determinista del marxismo leninismo, no creo que todos seamos iguales ni tengamos las mismas capacidades. Sí creo en la igualdad de las personas, en la igualdad de oportunidades, y en que a todos, por igual, se nos debe un respeto que se deriva de nuestra condición y dignidad como personas –con independencia del nivel de renta, patrimonio, sexo, edad, religión, raza, ideología, trabajo, lugar de residencia, etc- y como hijos de Dios. Pero niego la mayor, cuando los marxistas leninistas dicen que todos somos iguales. Para empezar, como bien puso de manifiesto en su formidable obra George Orwell –que había sido marxista leninista y había luchado a favor de la República, durante la Guerra Civil Española, en las Brigadas Internacionales-, “La Granja Animal”, cuando los comunistas llegan al poder, aplican el principio de que “todos somos iguales, pero unos más iguales que otros”. Los privilegios que, en todos los países, en que ha habido y hay, gobernando, partidos socialistas y comunistas, disfrutan las élites del partido, por contraste con la forma y el nivel y calidad de vida de la población general: ¿vive igual la élite del partido comunista de Corea del Norte a como vive la sociedad –llámesele “pueblo”, “masa proletaria y agraria”- o como quiera que defina el partido comunista norcoreano a su población general? La pregunta no merece ni respuesta.

Por otro lado, si las tesis de los marxistas leninistas, e incluso de la social democracia en Europa (no, en Estados Unidos, a Dios gracias), de que todos tenemos el mismo nivel de inteligencia fuera cierta, las revistas americanas Forbes y Fortune tendrían que cerrar: ni Carlos Slim sería la persona más rica de la tierra, ni le seguirían en el podio de los más económicamente encumbrados, personas tan inteligentes como Bill Gates (fundador de Microsoft) y Warren Buffett (el inversor financiero más exitoso en los últimos 70 años: él tiene 82 años y empezó a desenvolverse en los mercados de valores con doce años; cuando ya devoraba por las noches las páginas de negocios del Wall Street Journal, y por el día, además de asistir a las clases del gran experto en Bolsa, Bill Graham, trabajaba como repartidor de periódicos, recogedor de pelotas en campos de golf, mensajero, etc).

Sin embargo, hacer estas afirmaciones, no sólo es contrario al pensamiento socialista, sino que son políticamente incorrectas, aunque la realidad objetiva diga lo contrario. Si los socialistas dicen que todos somos tan listos como Carlos Slim, Bill Gates y Warren Buffett, la corriente oficial dominante de pensamiento, obliga a todos a decir “amén”, so pena de ser acusado de clasista, racista, o cosas peores. ¡Ya me gustaría a mí tener la inteligencia de esas personas superdotadas! Pero –en un ejercicio de realismo-, me tengo que conformar con lo que tengo, y sacarle el máximo partido.

Anticiparemos tendencias económicas y sociales

Por último, quiero introducir una idea que desarrollaré en próximas tribunas. En las dos últimas décadas, ha habido varias escuelas de pensamiento en Economía, que han vigilado de manera estrecha las emociones, los sentimientos de las personas (que somos ciudadanos, votantes, consumidores y muchas cosas más, entre ellas, “agentes económicos”), para vincular estados de ánimo de grandes segmentos de la población, con las tendencias económicas, presentes y futuras.

También ha habido, y hay, escuelas de pensamiento económico que vinculan la actitud y el comportamiento de las personas, con las tendencias económicas y sociales. En los dos casos, hay varios denominadores en común: aunque hoy, esas dos grandes escuelas de pensamiento estén de moda, en realidad vienen de lejos, y empezaron a desarrollarse por filósofos, sociólogos y economistas, desde hace 150 años atrás, hasta nuestros días. Segundo, ambas escuelas de pensamiento económico han sido llevadas a la práctica con éxito en países capitalistas, como Estados Unidos e Israel. Y, tercero, las dos escuelas de pensamiento han cosechado un buen número de premios nobeles de Economía, provenientes también de América y de Israel.

En próximas tribunas, usando nuestra propia teoría económica patentada (“Éxito Empresarial, con o sin crisis”) y apoyándonos en esas dos escuelas de pensamiento, iremos anticipando qué va a pasar en el futuro económico y social en Occidente, en Estados Unidos, en la Unión Europea, en Japón, en los Países Emergentes BRIC (Brasil, Rusia, India y China), y en la, actualmente boyante, región económica de Iberoamérica. En España, también.

Jorge Díaz-Cardiel. Socio Director de ADVICE Consultants. Autor de Obama y el liderazgo pragmático y La reinvención de Obama.

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