Las becas deben concederse a quien las merece

Profesor dando clase.
Profesor dando clase.

En el conflicto “de las becas educativas de la Comunidad de Madrid”, se echa en falta un componente esencial del debate: el mérito o demérito de aquellos que quieren obtener una beca. Más aún, centrados solo en la cuestión económica, se deja de lado el “para qué” son las becas, cuál es su finalidad.

El debate es pobre, por falta de sustancia. Los críticos con los planes de la Comunidad de Madrid (Community of Madrid) lo centran todo en cuestiones ideológicas y de clase social. Cuando parecía que el presunto prestigio del marxismo-leninismo se fue a las cloacas de la historia, con la desaparición de la Unión Soviética y con la refundación del comunismo chino tras la muerte de Mao, con un estado capitalista al frente, de buenas a primeras, aparecen de nuevo marxismos de viejo cuño en muchos países de Occidente, por supuesto en Europa (Europe), pero más sorprendente aún, en Estados Unidos y Canadá, Australia y Nueva Zelanda, países anglosajones sin tradición marxista-leninista, con elementos maoístas y de Antonio Gramsci.

Muchas políticas públicas en Europa y en EEUU buscan la estatalización de la economía, la escuela y cualquier ámbito de la vida pública y privada. En el estado de California de Estados Unidos (United States), esas políticas han generado un llamado “éxodo al Sur”: empresas y familias que huyen de California y se refugian en Texas, Arizona o Florida, donde sigue habiendo libertad de empresa y de pensamiento, libertad para educar a los hijos en las creencias de los padres y no en las del estado. Entre las empresas que se han ido de California están Intel, HP, Meta, Oracle Corporation, Dell y otras muchas marcas icónicas de Silicon Valley, que son recibidas en los estados pro-business del Sur. En California han dejado oficinas, eso sí.

Ni ricos ni pobres. Reciban becas quienes las merezcan. Hace décadas que se extendió la creencia de que todo el mundo debía estudiar carrera universitaria porque “en España, nadie es menos que nadie”. Consecuencia: España tiene la tasa de desempleo entre universitarios más alta de la OCDE. Si un chico o una chica son buenos estudiantes, se esfuerzan, ponen interés, quieren mejorar en la vida a través de la educación y sus padres no tienen dinero para financiar sus estudios, el concepto “beca” adquiere todo el sentido del mundo. Da igual se estudie en la escuela pública, concertada o privada. La decisión debería corresponder a los padres y, si el/la “niño/a” es suficientemente maduro/a, con su aquiescencia. Y, si falta dinero, para eso están las becas.

En los años ochenta, con gobiernos socialistas de Felipe González, se popularizaron las becas. Pero no se otorgaban a la buena de Dios. Desde el sector público y el privado, quienes concedían las becas pedían a los chavales dos requisitos principales: muy buenas notas como punto de partida para la concesión y la obtención de muy buenas notas para mantener la beca. Premiar el esfuerzo. Dar crédito al trabajo. No tiene sentido dar becas a todo el mundo -entonces, las becas pierden su significado primigenio- “sin ton ni son”. Ni todos los pobres, ni todos los ricos son esforzados, trabajadores e inteligentes. De nuevo: júzguese a la persona individualmente. Véanse sus méritos. Sus objetivos. Sus deseos de mejorar en la vida.

Tengo un matrimonio amigo mexicano que vive en Los Ángeles (California, EEUU). Después de más de 30 años viviendo y trabajando duro en América, el matrimonio tiene la doble nacionalidad: estadounidense y mexicana. Hace poco les pregunté por sus hijos. “La mija ya acabó la carrera de medicina en Boston y le han ofrecido una beca para hacer el doctorado en Harvard-me dijeron. El mediano se graduó como ingeniero y ha empezado a trabajar en Silicon Valley con un sueldazo de más de 100.000 dólares al año. El pequeño es el que estaba un poco perdido -me dijo mi amigo-. Así que le puse el ejemplo de sus hermanos, muy estudiosos, muy trabajadores y le dije: en un mes quiero que me digas qué quieres hacer con tu vida. Y así fue. Al cabo de un mes me dijo: papá, quiero ser cómo tú y como mamá; quiero ser cocinero. Muy bien, mijo, le dije, pues yo te voy a ayudar, enseñándote el oficio”.

Mi amigo y su mujer son pobres en California, aunque al otro lado de Río Grande serían millonarios. Durante 30 años han trabajado 2 y hasta 3 turnos diarios, siete días a la semana, sin vacaciones apenas, para sacar su familia adelante. Ellos son camareros y cocineros. Ganan muy poco, pero trabajando mucho y ahorrando todo, han provisto de excelente educación a sus dos hijos mayores, siendo la una, doctora, y el otro, ingeniero de tecnologías de la información. A pesar del sacrificio de los padres para financiarles una excelente educación, los chavales han necesitado becas (es decir, más dinero) para estudiar. Los demócratas de Clinton y Obama premiaron la meritocracia y mis amigos se beneficiaron. Este caso no es único. Muchos hispanos han ido a América con hambre de mejorar. Los padres, con trabajo. Y los hijos con el estudio, primero y, el trabajo, después. Muchos hispanos reciben becas por méritos propios en EEUU, versus otros colectivos que reciben subsidios, fruto de “políticas de afirmación positiva”. Desde los primeros gobiernos de Bill Clinton y George Bush, siempre ha habido hispanos en el Gabinete (nuestro consejo de ministros) de EEUU.

Las becas deben tener un componente meritorio, tanto si el dinero es público como privado. De otra manera, no se valoran ni el esfuerzo ni el dinero. Por eso, me parece admirable el programa de becas de la Fundación La Caixa: becas de grado, de posgrado dentro y fuera de España, becas de doctorado, y muchas más. Varios amigos míos tienen hijos estudiando con/gracias a esas becas. Son chicas y chicos que quieren conseguir un objetivo y, para ello, ponen los medios, con esfuerzo. No me avergüenza decir que también recibí becas, hace casi 40 años, de entidades privadas católicas (fundaciones), de entidades financieras públicas y privadas (hace 40 años había varios bancos y cajas de ahorro públicos) y del gobierno central y del gobierno navarro, ambos socialistas, entonces. Me otorgaron tantas becas porque mucho quería estudiar y mi familia no tenía suficientes recursos económicos. Las entidades privadas y las públicas que me concedieron las becas, me exigieron a cambio sacar muy buenas notas.

Pues bien, el ideario de Fundación La Caixa en cuanto a la concesión de becas incluye elementos de justicia social y, también meritocráticos: “Convencidos de la importancia de la educación, la movilidad y la cualificación profesional para el desarrollo de una sociedad más justa e igualitaria y con el objetivo de promover la igualdad de oportunidades, la Fundación La Caixa ofrece un programa de apoyo integral que acompaña al becario en toda su etapa universitaria y que incluye, además de las dotaciones económicas, cursos de idiomas, ayuda adicional para estancias internacionales y un programa de acompañamiento y formación en habilidades transversales para dotar a los estudiantes de las competencias necesarias para alcanzar la excelencia académica”.

 

Y, por ejemplo, se conceden becas “para estudiantes excelentes con escasos recursos económicos que inicien estudios universitarios por primera vez”. Las becas se complementan con cursos de idiomas y “un programa de acompañamiento y formación en habilidades transversales, con el objetivo de proveer a los becarios de las herramientas necesarias para la consecución de resultados académicos de excelencia”. Esto, en mi época o no existía o no supe buscarlo, porque opté por los “mentores”, que muchísimo me han ayudado.

Conseguir resultados académicos de excelencia. Esto ya aparece en el proceso de preselección de los programas de becas de Fundación La Caixa: “los candidatos serán preseleccionados entre aquellos con mejor nota de expediente de Bachillerato o Ciclo Formativo de Grado Superior de cada área de conocimiento”. En el proceso de selección “los candidatos preseleccionados serán convocados a una entrevista personal ante un comité de evaluación externo, que, conforme a su criterio, elegirá a los candidatos que acrediten mayores méritos y capacidades teniendo en cuenta los siguientes aspectos: Potencial, capacidad y motivación del candidato; Impacto transformador de la beca. Currículum y cartas de referencia.

Es decir, se premia el esfuerzo, el trabajo, la motivación. Y, especialmente, si el chico o chica vienen de familia con pocos recursos económicos. No hay mayor justicia social que ésta. Al final, los beneficios de esa inversión revierten no solo al estudiante sino a su familia y a toda la sociedad.

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