Una historia de la duquesa de Alba

Reconozco que he dudado en si escribir o no sobre lo que viene a continuación. Primero, porque no constituye un asunto de candente actualidad. Pero también porque, cuando realizo incursiones de ese estilo, no falta quien escribe un comentario echándome en cara que, con las cosas tan graves que pasan en el país, me ocupe de asuntos tan supuestamente banales y descomprometidos.

A pesar de esas reticencias, finalmente he decidido trazar estas líneas, porque se trata de un sucedido poco divulgado, y en mi opinión relevante, en función de los, mejor dicho las, protagonistas. Y paso al relato.

Ha caído en mis manos la reedición del libro que escribió en 1999 Ana Romero sobre Carmen Díez de Rivera, llamada en su día “musa de la transición”, ex jefa de gabinete de Adolfo Suárez y en ese momento eurodiputada del PSOE, a partir de las conversaciones que mantuvo con ella antes de morir de cáncer a los 57 años.

Y he vuelto a tropezar con la referencia que hizo a la duquesa de Alba, Cayetana Fitz-James Stuart, que desgranó emocionada y casi a punto de llorar, insistiendo a la autora en que no se olvidara de incluirlo en el libro.

Carmen Díez de Rivera atribuye a la duquesa de Alba un “corazón de oro”, y lo ilustra con este relato: “Desde que estoy enferma, y como yo no tengo infraestructura, me manda la comida todos los días. Con eso te lo digo todo. Y como ahora me voy, se puede contar”.

La historia, por desconocida, me ha vuelto a golpear, y por eso la recojo. A pesar de que no es un asunto de rabiosa actualidad y de las crisis que golpean a este país en pena. Y porque no pocas veces la imagen exterior, el estereotipo, que tenemos de las personas, el juicio que formulamos sobre ellas, dista un mundo de lo que cada una es en realidad.

 
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