José Apezarena

Pedro Sánchez está de rodillas

Quim Torra y Pedro Sánchez, en La Moncloa.
Quim Torra y Pedro Sánchez, en La Moncloa.

Pocas veces un/a miembro/a del Gobierno, actuando como portavoz (portavoza, que dirían otros), se ha encontrado en una situación tan crítica, o tan ridícula, como la que vivió este viernes Carmen Calvo, en la rueda de prensa tras el consejo de ministros.

Acerca de la decisión del Gobierno, de que la Abogacía del Estado eliminara el delito de rebelión en la acusación contra los líderes independentistas, le preguntaron: ¿Por qué el presidente del Gobierno no ve ahora delito de rebelión, cuando sí lo veía con claridad en mayo?

Carmen Calvo respondió: “El presidente del Gobierno nunca ha dicho que ha visto un delito de rebelión en Cataluña. No ha dicho nunca eso”.

Le corrigieron, recordándole que sí lo había dicho, la última vez hace solo cinco meses, en mayo, cuando habló de “clarísimo delito de rebelión”. Y entonces ella respondió: “Es que hablan de mayo, y me han preguntado por el presidente del Gobierno”. Que entonces era líder de la oposición.

O sea, que la realidad cambia en función de la situación personal y política, o la conveniencia, de Pedro Sánchez. Los delitos existen o no, dependiendo de que se encuentre en la oposición o que, como ocurre ahora, resida en la tan deseada Moncloa.

El estupor causado por la nueva situación, por el cambio de bando (y de legalidad) del presidente del Gobierno, no tiene límite.

Felonía, rendición, traición a la causa de España, indecencia, cobardía, humillación al Estado, atropello a la independencia judicial, deserción el Gobierno… son algunas de las expresiones y comentarios que se han podido escuchar y leer estos días.

Y todo ello sin que el afectado, o sea, Pedro Sánchez, se haya inmutado. Es que lo aguanta todo.

Pero aún es que, en la traición, Pedro Sánchez no está solo. Caminan con él, del brazo, los socialistas. Los de antes, y por supuesto los de ahora. Porque nadie ha dicho ni mus dentro del PSOE. Esto sí que es el silencio de los corderos.

 

¿Dónde se hallan los socialistas de siempre, los patriotas, los que decían tener sentido de Estado? ¿Dónde los Felipe González y los Rubalcaba? A lo que parece, ni están ni se les espera.

Visto lo visto, surge una pregunta decisiva: ¿de qué será capaz Pedro Sánchez, con tal de mantenerse en el poder? ¿Hasta dónde puede llegar? Y empieza a esbozarse una primera respuesta: lo siguiente será el indulto a los golpistas.

¿Y todo esto por qué, o para qué? Las traiciones, las renuncias, las vergüenzas… Simplemente, para seguir en el poder. Para continuar siendo presidente del Gobierno con los votos del independentismo, que ha puesto como condición que sus líderes, protagonistas de un golpe de Estado, queden exonerados.

Siempre se ha recordado el principio, digno y sacrificado, de que más vale morir de pie que vivir de rodillas. Pues Pedro Sánchez está de rodillas. ¿Ante quien? Ante unos golpistas.

Y, más aún, pretende que todos, los poderes del Estado, los partidos, las instituciones, los tribunales, los ciudadanos, los medios informativos… estemos como él: también de rodillas.

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