Los riesgos que corre el PSOE

Cada cuatro años tiene lugar una votación que depara unos resultados determinados, y por el mero motivo de que responden a la voluntad de los ciudadanos, uno por uno, ya es suficiente para asumir que la ciudadanía tiene la razón y, por ende, que cualquier resultado es razonable.

Pero esto constituye una base débil para nuestra Democracia. Tan débil que, por ejemplo, permitiría legitimar el gobierno de Hitler que surgió de las urnas en 1933. Es cierto que aquellas elecciones estuvieron precedidas por extorsiones y campañas de amedrentamiento dirigidas a los socialistas y comunistas; también lo es que unos cincuenta miembros de movimientos opuestos al nazismo fueron asesinados durante la campaña electoral; y también lo es que el partido nazi de Hitler hizo uso de los recursos estatales hasta el punto de que Joseph Goebbels, el teórico propagandista del nazismo se jactó diciendo que “ahora será fácil llevar a cabo la lucha porque podemos recurrir a todos los recursos del Estado, la prensa y la radio están a nuestra disposición”. Todo ello es cierto y cuestionable, pero la victoria de Hitler se consumó porque hubo 17 millones de alemanes (43,9%) que le votaron, mientras que al socialdemócrata Otto Wels solo le votaron 6 millones de alemanes, y solo 3 millones votaron al comunista Thalmann. La pregunta es, ¿resultó ser un gobierno democrático aquel gobierno?

Bien, ya se que se trata de un ejemplo algo excesivo, pero solo pretendo con él cuestionar la bondad o maldad de cuanto surge de las urnas, que en bastantes ocasiones responde a oportunismos y populismos que buscan ejercer el poder en lugar de gobernar para todos los ciudadanos. De cuantos análisis se han realizado tras las elecciones del 24 de Mayo muy pocos han ido más allá de establecer las posibilidades de alcanzar las mayorías suficientes para ostentar los futuros gobiernos. En el panorama surgido, y a la espera de que unas u otras coaliciones y acuerdos lleguen a formar los gobiernos respectivos, me preocupa lo que el PSOE haga porque constituye, a mi entender, la fuerza llamada a recomponer nuestra Democracia. Me permito subrayar algunas conclusiones en este sentido:

1º “Ha ganado la izquierda pero ¿qué debe hacer el PSOE a partir de ahora? Resulta complicado responder de forma categórica a esta pregunta. La dirección socialista, a falta de resoluciones formales que se produzcan en el Comité Federal del partido, ha apuntado ya que favorecerá la “libertad” de sus líderes regionales para establecer acuerdos, incluso formar coaliciones con las diferentes fuerzas “progresistas” de todo tenor que, llamándose de mil modos diferentes, han sido aceptadas por los verificadores de Podemos. ¿Garantiza de ese modo un marco realmente progresista, socialista, para el futuro? ¿No corre el riesgo de que las características diferentes de cada grupo con el que pacte o acuerde lleve a algunos socialistas a aceptar formas enrevesadas y desideologizadas de hacer política? Desbancar al PP de los Ayuntamientos y Comunidades Autónomas, como preámbulo para hacerse con el Gobierno de España a finales de 2015 va a requerir dotar a sus gobernantes regionales de instrumentos ideológicos que permitan mantener la misma línea ideológica y la misma estrategia electoral en todo el Estado.

2º “¿Pactar con Podemos y pactar con Ciudadanos son dos opciones igualmente válidas? Depende de lo que pretenda el PSOE. Si solo se busca desplazar al PP de los gobiernos, sí. Pero Podemos no es Ciudadanos, aunque en ambos casos el populismo sea una de sus principales propiedades. En todo caso, aunque ambas formaciones subrayen que son reformistas y que no son de izquierdas ni de derechas, las dos no sirven por igual, y optar por una o por la otra definirá el futuro del PSOE allí donde se produzca, además de ocupar un lugar preferente en los debates políticos.

3º ¿Podrá recuperarse IU en el futuro? ¿Debería el PSOE intentar un proceso de acercamiento o fusión con lo que continúe en IU? Bien se ve que la segunda pregunta responde a mi convencimiento de que la recuperación de IU es harto complicada. Sin embargo el PSOE no debe apresurarse porque IU ha sido, y aún es, una formación fundamental de nuestra Democracia. Primero lo fue el PC y después lo ha sido IU. Lo realmente sorprendente ha sido que el voto de los descontentos, de los “agraviados” por el sistema que llaman bipartidista, no haya tenido en cuenta a IU. Los indignados de la Puerta del Sol han incluido a IU en la famosa “casta”, al lado del PP, del PSOE y de UPyD. ¿Ha de ir el PSOE a rescatar a IU del olvido?

En resumen, que es verdad que han ganado las izquierdas en estas elecciones pero ¿es esta la izquierda que España necesita? ¿De qué modo definir a esta izquierda fragmentada en añicos? Porque Podemos, -cuyo líder afirmó que no es de izquierdas ni de derechas-, se ha llamado andanas hasta el momento en que vio los buenos resultados de las innumerables plataformas surgidas por aquí y por allá en auxilio de las más diversas causas. De modo que libertad para pactar, sí, pero el PSOE debe pensar en el futuro, evitar que sus cargos públicos recientemente elegidos se dejen embaucar por las añagazas de las plataformas que apadrina Podemos que, por cierto, la gran mayoría están ya contenidas en los programas electorales de los socialistas. Lo urgente es que a la vista de lo acontecido consolide un nuevo espíritu ideológico que hable de una sociedad integrada y no de este o aquel problema ocasional.

El PSOE se la juega en este trance, principalmente porque la Política no debe ser ejercida como si fuera un mero juego de equilibristas.

 
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