Al primer ministro de Japón, Junichiro Koizumi, que anuncia la retirada de las tropas niponas de Irak

La guerra que jamás debió comenzar sigue ofreciendo, de vez en cuando, algunos rayos de luz. Eliminado del escenario el “demonio” Sadam Hussein, y ante la situación descontrolada que hoy vive el país, las potencias que acudieron en su día al apoyo de Estados Unidos se alejan hoy de aquellas tierras. Japón anunció ayer la retirada de sus tropas de Irak, una acción que será efectiva el próximo mes de julio y que, a diferencia de la retirada española, ha sido consensuada con los Estados Unidos. Todos los que apoyaron una guerra sin el respaldo de Naciones Unidas, contra la voz clamante del Papa Juan Pablo II y justificada por unas armas de destrucción masiva que nunca existieron, hoy se escapan del descontrol que crece en la zona y de la vergüenza que ha teñido a los que colaboraron a crearla. Japón no ha querido ser, por más tiempo, figurante de la vergüenza. Guinda a una rectificación, tardía pero enmienda al fin y al cabo.

 

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