Al ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, que llamó por teléfono a una víctima de ETA el primer día de trabajo

Varios etarras del comando Donosti asesinaron a balazos en 1982 a tres agentes de la Policía Nacional. Fue en las inmediaciones de Oyarzun (Guipúzcoa), cuando abandonaban la venta Susperregui, donde habían almorzado a base de bocadillos.

Un cuarto agente, Antonio Cedillo, intentó repeler el ataque y resultó gravemente herido. Se arrastró por la carretera para pedir auxilio y se desplomó en el asfalto, inconsciente.

Un vecino de Rentería que circulaba en furgoneta paró el vehículo y montó en él al agente para llevarle al hospital más cercano. A los pocos minutos, los etarras, inssatisfechos, abordaron el coche, intimidaron al conductor y remataron de un tiro en la nuca al agente Castillo.

Su hijo José Miguel tenía cuatro años. Lleva desde 2012 solicitando al Ministerio del Interior que se le reconozca el estatus de víctima del terrorismo "de pleno derecho". Ni Fernández Díaz ni Zoido le recibieron.

Ahora, con el nuevo Gobierno, Cedillo envió una carta abierta a Marlaska, pidiéndole que no abandonara a quienes están en su misma situación. Al día siguiente, menos de veinticuatro horas después de que Marlaska prometiera el cargo, Cedillo recibió una llamada telefónica del ministro.

Se interesó por él y le emplazó a visitarle cuando viajara a Madrid. Un gesto que el hijo del agente Cedillo esperaba desde hace más de un lustro. Guinda al ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, por la bonhomía y magnanimidad que ha demostrado respondiendo a una carta abierta por una víctima de ETA.

 

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