A Cristina Narbona, que todavía no ha pedido disculpas por “vender” una caca de gato como de lince en el colmo de la farsa

“La bola no entró”, le gritaron en su día a un gran tenista amigo de la polémica. Al final, parece que las trabas denunciadas a bombo y platillo por ecologistas y políticos para evitar la construcción de aquella autopista que atravesaba el parque jurásico del lince quedarán en nada. El lince no era tal, era puro gato por liebre. La ministra Narbona bien que se hizo la foto en su escaño del Congreso leyendo muy aplicada la “guía del lince” en España. Miríadas de expertos hablaron esos días de la aberración que suponía obviar que en la zona tres pastores habían visto gatos grandes y a la Santa Compaña clamando por los montes. “Señora ministra: que nos columpiamos, que la caca era de gato”. ¿Se imaginan la llamada de rigor al departamento de Medio Ambiente?. Dos preguntas al aire de la sierra: ¿No podríamos habernos ahorrado antes el bochorno de esta farsa con una defensa moderada de la cuestión? ¿Con qué hicieron los primeros análisis a las famosas deposiciones, con el Quimicefa? Guindilla a la comedia del gato y la ministra.

 

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