A Cristóbal Fernández, alcalde de Carboneras, que se aferra al cargo después de ser condenado por delito electoral

No sabemos si en algunas escuelas políticas se enseña la táctica de sujeción a la roca propia del percebe, pero la afición por el cargo de algunos de nuestros representantes públicos difunde esta sospecha. Cristóbal Fernández, alcalde socialista de la localidad almeriense de Carboneras debe encontrarse a gusto en su poltrona y aún no se le ha ocurrido abandonarla. A pesar de la condena de seis meses de inhabilitación que dictó contra él la Sección Segunda de la Audiencia de Almería por un delito electoral, sentencia confirmada ahora por el Tribunal Supremo, el primer edil ha anunciado que no dimitirá. La sentencia afectaba también a la hermana del alcalde, a la sazón edil del mismo ayuntamiento. La Sección Segunda de la Audiencia de Almería ha dejado ahora en suspenso la ejecución de la sentencia hasta que se resuelva la petición de indulto formulada por los condenados. El argumento del alcalde es que va a esperar hasta que se resuelva el indulto: “Otegi lo ha hecho y nadie ha dicho nada”, se ha defendido. Brillante ejemplo, sin duda. Y mientras, hasta que haya que sacarlo a rastras de los salones municipales, que siga la mamandurria. No se pueden permitir estos ejemplos de democracia bananera. Guindilla a la miseria política.

 

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