A Nicolas Sarkozy, que antes de estrenar el cargo de presidente francés se premia con unas lujosas vacaciones: basta de excesos, señores políticos

La ciudadanía no tolera el engaño, el doblez, las promesas incumplidas, que los hechos no acompañen a las palabras. En el caso de los políticos, con mayor razón. En ellos han delegado la gestión de la cosa pública y defraudan así la confianza depositada. Pues no aprenden. Apenas tres días después de su elección como presidente, Nicolas Sarkozy ha provocado una polémica en Francia por el modo elegido para tomarse unos días de descanso, antes de asumir la jefatura del Estado: un yate de lujo propiedad de uno de los grandes multimillonarios franceses. Sarkozy tiene derecho a descansar, faltaría más. Y a hacerlo con dignidad. Pero de ahí a la ostentación, al derroche y al lujo hay un abismo. E importa poco en esta crítica quién corra con los gastos: si se hace con cargo al erario público es un abuso pero si responde a una invitación de un tercero, además de peligroso, sigue siendo un despilfarro. Guindilla a Sarkozy, que no comienza con muy buen pie ese mandato que tantas esperanzas ha sembrado en los franceses.

 

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