Abrimos en domingo

Desde hace ya algún tiempo, es costumbre habitual abrir los comercios en domingo e incluso en días festivos con el fin de que el consumo se active y el gasto del ciudadano contribuya a la fluidez y dinamismo económico. A mi personalmente me parece un desatino pues bastantes días tiene la semana para trabajar, vender y comprar sin necesidad de adherir el domingo como uno más laborable. El séptimo día debe ser un día dedicado al cambio de actividades, es decir, para practicar el culto religioso con dedicación, para estar más en familia, para pasear, para pensar, para hacer deporte, viajar, relajarse, leer sin prisa...El domingo no puede aliarse también con nuestro estrés diario, debe ser bálsamo que cure el agobio cotidiano, un remanso que dulcifique las asperezas habituales. Es cierto que las ventas generan ingresos y favorecen la circulación monetaria, pero hasta un límite. El ser humano no puede deshumanizarse inyectándose en vena puro consumo, pues en tal caso se desnaturalizan las relaciones personales y se quiebra la esencia que por naturaleza le corresponde. A cada día le basta su afán, sin mixturas contraproducentes.

 

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