Amigos que me traen la Navidad

Hace ya unos días, previo a estas fechas navideñas de máximo consumo que se nos avecinan, vino a despedirme un amigo proveniente de Madagascar, José Luis Guirao, fundador de la ONG Bel Avenir. Me comentó que había decidido tomar un respiro, aunque más tarde tuviese que volver por motivos de una onomástica familiar, porque ya no soportaba por más tiempo este continuo y constante bombardeo de “contaminación” comercial que nos llega por todos los frentes. Desde luego, le creo. Prefiere trabajar con todas sus fibras, hasta dejarse la propia vida si fuese necesario por esta causa, que no es otra que, la apuesta decidida e incondicional, por un desarrollo más humano en el mundo. Con una sonrisa en los labios, el corazón puesto en las palabras y la mirada como abriendo camino, me fue desgranando José Luis Guirao todas sus actividades, ilusiones y proyectos: “Llevamos a cabo más de veinte proyectos alrededor de tres ejes, social, sanitario y de medio ambiente, permitiendo al conjunto de la población (niños, adultos, minusválidos, seropositivos…) estar informados y ser ayudados, de una forma informal y lúdica, sobre los problemas identificados en la región y sus recursos”. A pesar de las dificultades propias para llevar a buen término este retorno al sujeto, al ser humano, me transmitió una fuerza conmovedora. Me recordaba el granadino José Luis Girao el empeño de su ONG en acrecentar sus varios programas de capacitación, proyecciones escolares pedagógicas y proyectos medioambientales. Ciertamente, yo también creo que cada nación ha de hacerse responsable de su propia gente. Está visto que los largos períodos de “caridad” son negativos. No es justo que los países tercermundistas sean todavía más dependientes del primer mundo. Tampoco es de recibo crear una homogeneización cultural. La historia nos demuestra que programas de ayuda han generado corrupción e ineficiencia. Lo que se necesita es verdadera oportunidad económica y no migajas. Confieso que estas gentes de Malgache han despertado en mi, otra Epifanía muy distinta a la que se nos ofrece. José Luis Guirao me hizo entrega de un belén construido por los artesanos que acuden a la sede de la ONG Bel Avenir. Estas maderas, trabajadas con verdadero arte, tienen voz propia, recogimiento, gozos y poesía. A través de su destreza artística, puedo contemplar el misterio del amor de Dios que se ha revelado en la pobreza y en la sencillez de la gruta de Tuléar. Con ellos, y por ellos, ha llegado la serena Navidad a mi casa (del primer mundo), como un manantial de aire fresco, en medio de tantas amenazas; y, como una estrella luminosa de alegría, en medio de tantas tristezas La Navidad no admite mediocridad de sentimientos para que se produzca el encuentro. Algo que pude revivir, recientemente, al asistir en Úbeda a la apoteósica representación de Natividad, obra de teatro escrita por Ramón Molina Navarrete. Por cierto, huye también de los tópicos navideños del portalito, los villancicos, el folclore, los regalos…; para ofrecernos un mensaje claro: “que Jesús murió para resucitar y resucitarnos, y que Jesús sigue naciendo cada instante en la gruta del hombre y la mujer que están dispuestos a abrirle las puertas de su corazón”. Quiera Dios que estas fiestas de Vida reaviven en cada uno la voluntad de hacerse activo y valiente constructor de la civilización del amor. Buscando siempre se halla.

 

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