Desvestirse en rebajas

En rebajas, la ropa veraniega femenina debería incluso regalarse. Año tras año se hace más exigua su expresión: unas prendas mínimas que desvisten más que visten contribuyendo a que la calle se convierta en una pasarela casi grotesca en la que se suceden pantorrillas y muslos cortos o mal formados, espaldas, barrigas y escotes al aire, y todo un muestrario del ajuar íntimo femenino hasta donde se puede enseñar, sostenes y bragas incluidos.

La pérdida de la estética y del pudor vienen de muy atrás: cuando la mujer malogró su esencia y quiso ser valorada más por su cuerpo que por su espíritu, cuando cambió su espiritualidad por una carnalidad que la convierte en fin deseable de usar y tirar, vestida de rebajas o de firmas italianas, que lo mismo da.

 

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