Educar: vale la pena
La próxima semana comienza el nuevo curso. Y probablemente continuará el fracaso escolar. Algunos lamentarán que no se haya podido aplicar la LOCE, para corregir los desaguisados de la LOGSE, y otros confiarán en la nueva Ley que la ministra pretende sacar adelante.
Llevo 36 años dedicado a la enseñanza y nadie me ha pedido mi opinión sobre cómo mejorarla. Pero dado que me queda poco para jubilarme y tampoco voy a escribir ningún libro por falta de ganas y de capacidad, al menos quisiera decir lo que en mi opinión es más importante para lograr una educación de calidad al margen de cualquier ley:
Primero: educar en la cultura del esfuerzo. No les demos todo hecho a los alumnos privándoles de descubrir la alegría de conseguir las cosas con esfuerzo. Es lo que retroalimenta el trabajo bien hecho.
Segundo: fomentar la lectura. Si no se lee no se piensa; y si no se piensa no se interiorizan valores.
Tercero: formar la voluntad es más importante que enseñar Matemáticas o Inglés. Y para ello, educar en el orden, la disciplina y la constancia.
Solo así conseguiremos seres libres, seguros de sí mismos y con capacidad de compromiso. Es decir, seres humanos. ¿A quien corresponde lograrlo? A padres y a profesores. ¿Y a la Administración? Que se limite a dar libertad y autonomía y a no estorbar. ¿Algo más? Sí; que hay que querer a los chicos y chicas que los padres ponen en nuestras manos. Ese es el gran secreto para educar bien. Y por supuesto, vale la pena.
