Feliz Navidad, de momento

Navidades chungas se avecinan. Para la mayoría. Para esa ingente masa de bobos que mantenemos el sistema, que buscamos con desesperación sustento y bienestar. Trabajar y trabajar, si hay suerte y tienes trabajo. Y si encima cobras algo razonable, ya ni te digo. Una orgía. Te puedes permitir el lujo de comer en condiciones, de vestirte con cierta apariencia, aunque la camisa tenga más años que la Universidad de Salamanca. Incluso darte caprichos esporádicos en forma de cañita con los amigos. Un privilegio a disfrutar, qué puñetas, que no todo va a ser penar y penar en este valle de lágrimas.

Y en esas estamos el grueso de la población. Más impuestos, menos sueldos, ajustémonos que hay que cumplir, un sacrificio como Estado que nos saque del pozo. Marcialmente, que hay que empujar en el mismo sentido. Qué bonito. España unida ante la crisis. Lloro de emoción.

Claro que, como en todos los sitios, siempre está el golfo que se sale de la cola y hace la guerra por su parte. Eso sí, los tiros los pega usando munición robada. ¿De quién hablo? No es tan difícil suponer. Del socio honorario de la casta, logia, raza, estirpe, secta, banda,...Llamémoslo como nos apetezca. Personaje, electo o no, al que le importa un carajo el sufrimiento ajeno mientras su talega continúe sumando cuartos. Como por ejemplo esos concejalillos de Vilassar de Mar (Barcelona) que, con lo que está jarreando, se suben el sueldo un 30% por la cara, argumentando que cobran menos de lo que deberían. Ahí están ellos, mas chulos que un ocho, vacilándole al personal. Ellos, que son el problema, no la solución.

Llegas a pensar que nada cambia. Y que nada cambiará si siguen insultándonos sin que reaccionemos. Te coges un Boletín Oficial de la provincia que quieras, te lees los sueldos que estos sujetos ponen y se ponen, y la sangre se torna ácido sulfúrico. El diablo te posee. Que venga el Tío de la vara a deslomarles.

Pero es Navidad. Tiempo de paz y amor. Tiempo de buenas voluntades, generosidad y solidaridad. Tiempo de alegría. Tiempo de sonrisas y villancicos. Brindaremos con agua del grifo, untaremos el pan con mantequilla sin sal y lo cubriremos espléndidamente con una suculenta rodaja de mortadela. Nos besaremos con cariño y fruición. Qué no falte de nada, que son fiestas. Ánimo, tropa de paganos. Olvidemos a aquéllos que nos han arruinado, a los que nos roban con alevosía, a los que especulan con nuestras vidas, a los que se comen el pastel y no nos dejan ni chupar una cucharilla. Dividendos, acciones, bolsa aquí y bolsa allá, cabréate, cabréate. Vende lo que tienes, transforma tus muebles en pan y fiambre y mezcla el yeso de las paredes con agua si quieres leche con calcio. Otros se comerán esos manjares que ni sabes que existen. Otros se beberán esos caldos que cuestan más que tu casa. Otros lucirán ufanos esa bastarda hermosura que tan gustosos subvencionamos. Qué lejos están de nosotros, que no podemos echarles el guante. Por ahora.

Así que, como todos los años, en estas fechas tan maravillosas quiero expresar mi más sincero anhelo de felicidad y prosperidad para todos. Bueno, para casi todos. A esta ralea de sinvergüenzas y ladrones sólo me nace decirles, desde mi más profundo convencimiento, que corran lo más rápido que puedan, que algún día les pillaremos y pagarán por lo que hacen y deshacen. No se librarán, no. Al resto, a los que como yo con sobrevivir se dan por satisfechos, mi corazón les desea suerte, trabajo y salud. En el orden que prefieran. Feliz Navidad, aunque suene a cachondeo. De lo del Año Nuevo, mejor ni hablar. Miedo le tengo.

 

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