Los Institutos que investigan a Zapatero

Finalmente, y llegando a la filosofía más contemporánea, hemos llegado a la conclusión de que Zapatero es, en realidad, un posmoderno.

En los últimos meses, preludiando el segundo aniversario del Gobierno de Rodríguez Zapatero, han proliferado los análisis e interpretaciones de sus políticas e iniciativas. Ajenas en gran medida al socialismo que hasta ahora habíamos conocido, se hacen cábalas sobre las ideas que inspiran el guión de esta trepidante trama (o drama) protagonizado por un actor principal que, en nuestra opinión, no es posible que sea simultáneamente guionista, productor y director.   Algunos relevantes analistas, desde posiciones intelectuales dispares, han puesto de relieve el krausismo que respiran determinadas posiciones y teorías de Zapatero. Así, en un acto académico celebrado el pasado mes de febrero, el Instituto de Investigación sobre Liberalismo, Krausismo y Masonería (perteneciente a la Universidad Pontificia de Comillas), conmemoró sus quince años de existencia. Con este motivo intervino el filósofo Gustavo Bueno, quien señaló que este Instituto investiga «temas de absoluta actualidad, como demuestra la enorme cantidad de rasgos de krausismo y masonería que, a mi juicio, hay en la orientación del Gobierno Zapatero, como la alianza de civilizaciones, la paz perpetua o el amor entre todos los hombres».   Por si no bastaba esa afirmación, Bueno retó a los expertos que resuelvan «si hay conexiones entre el krausismo y el denominado pensamiento Alicia, el personaje del País de las Maravillas, cuyo prototipo es el pensamiento Zapatero.   Estimulados por el reto que ha lanzado Gustavo Bueno, nos hemos lanzado a recolectar textos de Krause (masón, para más señas) y nos hemos topado con uno muy revelador, escrito en 1810: «El espíritu superior de nuestro tiempo exige una Alianza para lo puramente humano, para toda la Humanidad; exige la Alianza de los Hombres (...).También la auténtica masonería constituye, según sus fundamentos y según su espíritu, así como en parte según su estado actual, un intento social de preparación a la Alianza de la Humanidad, que hay que revivificar y elevar».   Alguien podrá pensar que es una casualidad, pero el título del Festival de la Unión Internacional de Juventudes Socialistas que se celebrará en Alicante el próximo mes de julio es «El mundo nuestro país, por una nueva alianza de la humanidad».   El otro analista que ha señalado la inspiración krausista de nuestro actual Gobierno es Fernando de Haro que sitúa las raíces de la reforma de la contrarreforma educativa (es decir, la LOE) en la Institución Libre de Enseñanza: versión española del pensamiento krausista. So pretexto de que el educador ha de ser neutral (lo cual es imposible), los profesores de la Institución debían ser meros transmisores de conocimientos.   Como muestra del influjo institucionista, nos ofrece De Haro un extracto del artículo 2 de la LOE: la educación en el ejercicio de la tolerancia y de la libertad, dentro de los principios democráticos de convivencia y en la prevención de los conflictos y en la resolución pacífica de los mismos. O sea, la nada como valor principal.   No contentos con estas interpretaciones, hemos consultado a otros maestros de la filosofía. El catedrático de Filosofía del Derecho, Ignacio Sánchez Cámara ha puesto de relieve algunos aspectos del pensamiento que aflora en determinadas declaraciones del presidente Zapatero. En concreto, explica Sánchez Cámara, nuestro máximo dirigente político da por zanjado un concepto milenario y precristiano, el de la ley natural. Esta posición, nos dice un amigo muy letrado, se debe sin duda a que ZP es extremadamente racionalista. De ahí que primen sus ideas sobre la realidad. Ello explica que su Patria sea, un día, la libertad; al día siguiente, el mundo; y si las cosas se ponen feas (por ejemplo, para la OPA de Endesa), proclame su patriotismo español. En este punto del análisis, me ha venido a la mente la parábola del racionalista que expone G.K. Chesterton en La esfera y la cruz.   Ya saben, el cuentecillo que el escritor británico finaliza con un párrafo dirigido a los racionalistas: «Les dejamos a ustedes diciendo que nadie debe ir a la Iglesia contra su voluntad. Cuando les encontremos de nuevo, estarán ustedes diciendo que nadie tiene la menor voluntad de ir a ella.» Y hemos pensado que esta paradoja le sienta estupendamente a nuestro presidente de Gobierno.   Finalmente, y llegando a la filosofía más contemporánea, hemos llegado a la conclusión de que Zapatero es, en realidad, un posmoderno. Ya sabemos que esta posición intelectual no cuadra con el racionalismo pero no me digan que nuestro presidente no es el vivo retrato del icono de la posmodernidad, fray Guillermo de Baskerville, el monje de El nombre de la rosa, la obra de Umberto Eco.   Y si no lo creen, lean lo que dice fray Guillermo a un discípulo: Quizá la tarea del que ama a los hombres consista en lograr que estos se rían de la verdad, lograr que la verdad ría porque la única verdad consiste en aprender a liberarnos de la insana pasión por la verdad.

 

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