A María San Gil

usted ese tipo de personas que, aun estando lejos, se las siente cerca, y estando cerca se hacen imprescindibles. Sí, María, es usted muy querida.

Admirada María San Gil. ¡Cuánto siento que el cáncer la haya visitado…! mas espero que se aleje pronto de su vera. Mi esperanza, y seguro que la de muchos, no se funda sólo en los grandes adelantos de la Ciencia, sino, sobre todo, en el poder de Dios. Su salud, señorita San Gil, es un bien para todos: para los de la derecha y para los de la izquierda, para los independientes y para los alejados de la política, para todos lo españoles en suma.

Es usted ese tipo de personas que, aun estando lejos, se las siente cerca, y estando cerca se hacen imprescindibles. Sí, María, es usted muy querida. ¿Con qué española de nuestro tiempo, podría yo compararla? ¿Quizá, entre otras, con la batalladora Loyola de Palacios, o con la tenaz Gotzone Mora, o con la valiente Rosa Díez? Nuestro cariño usted se lo ha ganado a pulso en su lucha sin titubeos contra el terrorismo bribón, con su bravura invicta contra los enemigos de la libertad.

Espero verla de nuevo ante las cámaras anunciando su vuelta activa a la política, esa actividad que en usted es vocación y que, ejecutada con honradez y espíritu de servicio, es “la forma más alta de caridad”, como afirmaron Pablo VI y Juan Pablo II y ahora repite el Santo Padre Benedicto XVI.

 

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