Muere Irina Sendler

Miles de hombres y mujeres la llorarán y recordarán para siempre. Fueron esos 2.500 niños judíos que ella salvó entrando como enfermera en los ghetos de Varsovia, e intentando convencer a sus padres para sacarlos de allí y evadirlos de Alemania, en donde les esperaba una muerte segura.

A pesar de que la Gestapo, policía secreta nazi la detuvo en octubre de 1943, siendo victima de brutales torturas y condenada a muerte, la resistencia logró rescatarla justo cuando iban a ejecutarla. Jamás delató el paradero de los niños.

En 2006 fue propuesta al premio Nobel de la Paz, pero el cambio climático se lo arrebató. En realidad, ella nunca quiso premios, su felicidad era saber que había salvado a 2.500 vidas.

El mejor Premio lo acaba de recibir ayer, al subir al cielo, allí la habrán acogido el coro de los ángeles como premio de exponer su vida por salvar a esos niños.

Personas como Irina, nos hacen falta en estos tiempos para convencer y ayudar con planes concretos a tantas madres que se plantean abortar a sus hijos. Porque en realidad ninguna madre quiere matar a su hijo. En una sociedad de progreso, ¿se puede calificar como progreso el hecho de eliminar la vida inocente de un ser humano antes de nacer?

Que nos sirva el ejemplo y valentía ‘La madre de los niños del Holocausto’.

 

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