Navidad y 11M

Los "dioses" que planificaron, ejecutaron y se están aprovechando del crimen organizado, no son dioses justicieros, no son dioses humanos, no son dioses cercanos, aunque convivan con nosotros; son los falsos dioses que han acompañado al hombre a lo largo de la historia de la humanidad pero, como encarnados en el mal, no tendrán la última palabra porque la luz es más fuerte que la oscuridad y, la presencia de dicha luz, no hay humano que pueda impedirla.

Creo que desde los tiempos más remotos, y todo regido por las leyes del universo, la época precedente al equinoccio de invierno ha sido considerada como premonitoria del alargamiento del día sobre la noche, de la luz frente a las tinieblas. Posiblemente los Magos de Oriente, recogidos en la tradición cristiana, fueran, entre otras cosas, estudiosos de los fenómenos naturales de nuestro universo. A partir del histórico Jesús de Nazaret, los cristianos de todo el mundo, y desconozco si también los musulmanes, han incorporado a sus vidas el Adviento o advenimiento como un período de espera, pero de espera activa, de espera a la llegada de un mesías, que ya recogía la tradición judaica.

Dicho mesías iba a abrir un hueco entre el cielo y la tierra para que el hombre, abrumado por el peso de su materialidad, tuviera la oportunidad de dejar sus miserias terrenas y vivir con una proyección metafísica capaz de cambiar su condición meramente humana por una condición espiritual que permitiera lograr, aquí en el mundo, unas prácticas vitales, que además de hacerlo más feliz en esta vida, lo proyectara hacia la vida sobrenatural. Esta reflexión que acabo de lanzar parece un circunloquio de un enajenado, máxime cuando vivimos en una época de postmodernidad en que lo importante es vivir el día a día, el vivirlo con intensidad y el considerar que las cosas y el tiempo son un asidero que nos dará la felicidad sin límites, aquí y ahora.

Cuando alguien sufre un golpe fuerte en la vida, parece como si el tiempo y los placeres del mundo, pasaran a un segundo término y en dichas condiciones, se convierten en prioritarios aspectos, que siendo intangibles, producen sensaciones más fuertes y duraderas que el mero disfrute de las cosas que nos ofrece la sociedad de consumo sin límite. Yo tuve, hace ya casi tres años, la desgracia de recibir en mí ser el zarpazo del atentado de Atocha. El 11-M cambió mi vida y la de mi familia, y supongo que la de muchísimas familias de España y quizás del mundo. Este hecho hizo y hace que nuestro adviento sea muy diferente a los vividos en la etapa anterior a dicho atentado.

El mesías que esperaba el pueblo elegido era la encarnación en el mundo de la verdad, de la justicia, del amor, de la fraternidad. Nosotros desde nuestras vivencias a partir del citado atentado, seguimos esperando y confiando en la llegada de ese mesías. Yo soy consciente de que hoy no está de moda el ser y manifestarse creyente, pero, de veras que esto no lo escribo para hacer proselitismo. La razón por la que escribo estas reflexiones es porque me siento en el deber de expresar el sentimiento profundo, que las circunstancias me han hecho vivir y experimentar, y sobre todo, para expresar mi deseo de que el adviento se manifieste como un tiempo de esperanza. La verdad debe acampar entre nosotros, y con la verdad debe convivir la justicia, y con la justicia tiene que convivir la fraternidad. Entre otras cosas, porque esto es más racional que las tinieblas perpetuas.

Los "dioses" que planificaron, ejecutaron y se están aprovechando del crimen organizado, no son dioses justicieros, no son dioses humanos, no son dioses cercanos, aunque convivan con nosotros; son los falsos dioses que han acompañado al hombre a lo largo de la historia de la humanidad pero, como encarnados en el mal, no tendrán la última palabra porque la luz es más fuerte que la oscuridad y, la presencia de dicha luz, no hay humano que pueda impedirla.

 

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