Recargos en la matriculación de todo-terrenos

El recargo en la matriculación de los coches todo-terreno de que habla el gobierno, a fin de reducir las emisiones de CO2 a la atmósfera -y siempre bajo la hipótesis de que eso contribuya a la lucha contra el presunto cambio climático- tiene lecturas dispares.

El recargo en la matriculación de los coches todo-terreno de que habla el gobierno, a fin de reducir las emisiones de CO2 a la atmósfera -y siempre bajo la hipótesis de que eso contribuya a la lucha contra el presunto cambio climático- tiene lecturas dispares.

Si se trata de reducir las emanaciones de dióxido de carbono, lo más práctico sería prohibir directamente la venta de esos vehículos (no viene ya de otra prohibición), u obligar a sus fabricantes a diseñar motores menos contaminantes. En este último caso, sería también el consumidor quien cargase con un coste adicional, a no ser que el exceso recaudado fuese a parar a manos de los propios fabricantes para dedicarlo a la I+D de motores menos contaminantes a través de algún difícil sistema de reparto o asignación.

Si lo que se persigue es disuadir al cliente potencial mediante un arbitrio de unos 3.000 euros por unidad, creo que la medida es una falacia insuperable, al menos por dos motivos:

Primero: El segmento en que se sitúan esos vehículos es el de la gama media-alta, pues su precio unitario no suele bajar de los 30.000 euros. Difícilmente ese incremento se hará perceptible para el bolsillo de ese perfil de comprador. Lo más probable, en ese caso, es que la medida no tuviera utilidad ecológica alguna, pues a igualdad de todo-terrenos circulando, igualdad de emisiones de gases.

Segundo: si el precio sí fuese un componente decisivo para el cliente potencial, se reduciría la demanda de ese tipo de vehículos, con la consiguiente crisis para sus productores. Lo que sí cambiaría, sin duda, sería la recaudación fiscal por matriculaciones.

El más que seguro contraataque eco-izquierdista se basará, como casi siempre, en aquello de "que pague más quien más tiene", proponiendo ir también al concesionario de turno con la declaración de la renta bajo el brazo, cosa que ya propugnan algunos para las sanciones de tráfico. Pero si todo va a acabar teniendo un precio distinto en función de los ingresos de cada uno, no puede extrañarnos la tremenda desincentivación de nuestros jóvenes, cuyo objetivo prioritario confesado resulta ser el dinero fácil. Ya sea a través de Gran Hermano, ya entrando a formar parte de alguna administración pública. Y conste que lo digo con todos mis respectos hacia los funcionarios.                         

 

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