La agenda educativa latinoamericana

El último debate realizado entre los candidatos a la presidencia chilena, Bachelet y Piñera, tuvo como uno de sus temas principales, la educación. Piñera adoptó una actitud de alarmismo frente a la penosa realidad educativa, diagnosticándola como una fábrica de injusticia desde la infancia debido a que los padres no cuentan con empleos dignos que permitan educar mejor a sus hijos. Si algo trascendente respecto a la educación dijo Piñera, fue cuando habló que hay que volver a involucrar a los padres de familia en la tarea educativa y propiciar la cultura del esfuerzo, del trabajo bien hecho. Por su parte, Bachelet no se quedó en el diagnóstico, sino que propuso aspectos más concretos como el énfasis en la educación preescolar, becas y crédito educativo. En lo que coincidieron ambos candidatos fue en dos aspectos: la educación suele ser desigual desde la infancia y promover empleos para que los padres eduquen mejor a sus hijos. Además de ello, si miramos desde una perspectiva integradora podemos vislumbrar una concepción de humanismo cristiano en ambos candidatos, toda vez que parten de principios y valores propios como el respeto por la vida humana y la promoción de la familia. A pesar de sus tropiezos, a lo largo de estos últimos años, Chile ha dado un gran salto en cuanto a educación se refiere, gracias no solo a la gestión del ex ministro Sergio Bitar (y actual aliado en el partido de Bachelet), sino también de una vocación convincente que llevó a los partidos políticos, la iglesia, al sector privado, a la sociedad civil y al Estado, a unir sus fuerzas para concertar una reforma integral que no sea modificada por los gobiernos de turno, sino que sea duradera en el tiempo y sea flexible para el cambio, pero sin modificar la consigna de mejorar la calidad educativa. Este quizás sea el mejor ejemplo que pueden aprender la gestiones educativas de los demás países latinoamericanos. Pero el ejemplo no debe quedarse allí, sino que es menester concebir la necesidad de generar un debate educativo en América Latina, y la ocasión es más propicia, máxime cuando se avecinan diez procesos electorales en la región. ¿Estamos promoviendo un debate mediático, político y académico en torno a un tema tan humanizante como es la educación? ¿Cómo hacemos para que los ciudadanos latinoamericanos no se contenten con eufemismos baratos al momento de pensar una educación más coherente para América Latina? ¿Por qué no aprovechamos este año que recién se inicia para legarle al ciudadano una visión más completa, una información más detallada de lo que realmente los candidatos están dispuestos a dar en el tema educativo? No podemos continuar sumiendo a América Latina en ese letargo educativo del que ha padecido durante las últimas décadas. Es momento de aprovechar esta oportunidad inigualable que nos dejan los procesos electorales y hacer de la educación una consigna intrínseca de nuestra región. Lo que necesitamos son planes claros y decisiones firmes de sacarlos adelante cuidando que no se presten a intereses económicos o políticos, sino que sean la visión de nuestra sociedad, de nuestro país, de una América más educada, más pensante, más crítica frente al acontecer social y democrático. Esa democracia latinoamericana que en los últimos tiempos cedió frágilmente por la presión de la corrupción en las esferas del poder, del ámbito público como del privado; sólo se fortalecerá cuando tengamos una clase política más y mejor educada, así como una clase ciudadana que no se amilane al momento de pensar con base a la verdad, lo que mejor le conviene para salir del subdesarrollo educativo. La educación latinoamericana no puede ni debe caer en populismos, no debe ser manoseada como un agente que se negocia al mejor postor demagógico. Sino que debe plasmar un alto sentido de la responsabilidad social y política. Coincido plenamente con los Piñera y Bachelet cuando señalan que la educación es injusta desde la primera infancia. Pero aún más, la educación suele ser agresivamente desigual desde que el niño está en el vientre de su madre, no solo porque difiere el conocimiento del cuidado prenatal entre una madre rica y pobre, sino también porque existe una diferencia sustancial en su alimentación, con lo cuál se deja de pensar en el cómo educar mejor, para preocuparse en el cómo alimentarse. Por ello, un punto que de irremediablemente debe formar parte de la agenda educativa de los candidatos que pretenden la presidencia en los distintos países de Latinoamérica es la educación de la primera infancia, la educación preescolar (combinado con políticas sociales de nutrición y empleo estable), ese quizás sea el reto que los ciudadanos le demandan a los políticos de hoy, si realmente quieren construir la América Latina del mañana.

 

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