La convivencia

Que el ser humano es un ser social, es una realidad que a estas alturas nadie discute. Vivimos relacionándonos unos con otros por muchísimos motivos, por todos los motivos. Es la era de la globalización de la convivencia. ¿Pero como es esta? Hay que reconocer que no es todo lo buena que debiera, y habría que mejorarla con nuestro esfuerzo por vivir esas virtudes humanas pequeñas, sencillas y sin brillo, pero que apagan la soberbia y el egoísmo, primeros causantes de todos los males.

La primera de todas es el respeto al otro que es delicadeza en el trato y valorarlo aunque algunas veces por la razón que sea nos parezca menos simpático o inferior a nosotros.

Después viene la gratitud que es señal de nobleza y que puede convertirse en un lazo fuerte en la convivencia con los demás si sabemos apreciar los beneficios que nos proporcionamos unos a otros.

Cuando somos agradecidos ponemos sin darnos cuenta el cimiento para un trato más humano porque va creándose un ambiente nuevo menos crispado y más cordial. Cuando agradecemos los favores sentiremos el deseo de corresponder de alguna manera, según nuestra capacidad y circunstancias. Todo esto aunque lo que hagas sea tu obligación. Quiero aprovechar este momento para felicitar a cuantos trabajan en las ventanillas de los órganos oficiales. ¡Que cambio tan grande con respecto a hace muchos años! .Son amables y atentos y da gusto como te tratan. Si es en el ámbito familiar procuraremos que la casa esté en orden y limpia, que las ventanas estén en condiciones para que no entre ni frío ni calor, que la comida sea agradable.

Esto que digo soy consciente de que puede haber lectores que no lo entiendan o les parezca obsoleto, como se dice ahora, pero es, porque falta espíritu de servicio, detalles de educación, de cordialidad etc. Todas estas virtudes menores son de gran importancia, son las virtudes de la convivencia, el aceite que lubrica las aristas, los puntos de roce en el trato con los demás. No hay que cerrar ninguna puerta que haga la vida más amable. La alegría, el aprecio, el escuchar con verdadero interés lo que dice el otro abren muchas puertas que estaban apunto de cerrarse al dialogo a la comprensión. Esta actitud no quiero decir que todo nos parezca bien. Lo mal hecho, mal hecho está, pero hay que rechazar el mal, y, no al hombre que lo hace. Todo esto es de persona de buen fondo, que ama la justicia y el amor a sus hermanos.

Esta actitud del corazón no la vivimos porque los demás, poco a poco nos van importando menos. Una palabra agradable de estimulo, de consuelo se nos hacen difíciles de pronunciar dando la impresión de frialdad o indiferencia. "Pasamos al lado de personas que aún conociéndolas apenas les miramos el rostro y no nos damos cuenta de lo que están sufriendo por esa sutil y agotadora pena que proviene de sentirse ignoradas. Bastaría una palabra cordial, un gesto afectuoso e inmediatamente algo se despertaría en ellas. Una señal de atención y de cortesía puede ser una ráfaga de aire fresco en lo cerrado de una existencia oprimida por la tristeza y el desaliento".

Todos juntos, creyentes o no, somos hombres, y hemos de sembrar en nuestra pequeña parcela del mundo el respeto y amabilidad, de buen humor y alegría, para que todos se sientan mejor. ¡Vale la pena! Serán más felices, ellos y nosotros también.

 

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