En defensa del idioma en la publicidad

Los creativos publicitarios buscan la llamada de atención y la permanencia del eslogan, para conseguirlo, no reparan en el debido respeto y cuidado del idioma.

El consumidor está expuesto a un continuo bombardeo publicitario. Para dar una idea del volumen de spots, baste apuntar que una sola cadena de televisión estadounidense transmite anualmente cerca de cincuenta mil películas publicitarias. Calculan los expertos que el ciudadano estadounidense medio habrá visto por la pequeña pantalla, antes de su mayoría de edad, más o menos, medio millón de mensajes publicitarios distintos. Estas cifras sirven para argumentar el increíble poder de la publicidad, el gran impacto y repercusión potencial y real que alcanzan las campañas publicitarias. De ahí que la publicidad pueda ser entendida como el quinto poder. Un caso concreto del impacto publicitario es el relativo al lenguaje. Los creativos publicitarios buscan la llamada de atención y la permanencia del eslogan, para conseguirlo, no reparan en el debido respeto y cuidado del idioma. La agresión a la correcta utilización de las normas gramaticales y los atentados al idioma son cada vez más frecuentes y más graves. Y no son pocos los anuncios que emplean un lenguaje impropio y hasta ordinario. Urge una defensa del lenguaje, incluso hasta el punto de que se disponga una normativa para que los anuncios publicitarios se ajusten a la corrección idiomática, una norma que sirva de pauta y de modelo para todos aquellos que elaboran los mensajes. Así se conseguiría un buen patrón de uso del idioma y la actividad publicitaria serviría de escuela de buen decir y de buen hablar.

 

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