Los desafíos de Bush

El primer mandato de Bush se caracterizó por una actitud despótica en su estrategia antiterrorista. Después de escuchar su discurso al asumir su segundo mandato, Bush ha hablado de libertad y democracia, que son dos aspectos a los que tanta falta les hace a muchos gobiernos latinoamericanos como Venezuela y Cuba. Bush tendrá que realizar un sobreesfuerzo político para poder pasar del despotismo a la libertad democrática. Y para ello debe ceder en muchos aspectos. En lo que concierne a su política exterior con América Latina, bien sabemos que durante su primer mandato, su interés fue casi nulo. Si él desea ser consecuente con su política de apertura al mundo, deberá poner medios concretos, que lleven por ejemplo a firmar mayores tratados de libre comercio, el canje de deuda externa por educación, y una cooperación internacional basada en el bien común de América como continente. Otro desafío interno de Bush es generar una política audaz con mucho tino social que termine con la actual polarización de su país. Ello no sólo porque será saludable para el ejercicio del poder, sino también para las posteriores elecciones cuando termine su mandato, de aquí a cuatro años. Latinoamérica al sur, Estados Unidos al norte, Europa al noreste. El norte se ha divorciado del sur, y lejos de amarlo con hechos, lo odia con “palabras dulces” que se pierden en la desidia. El sur, al verse casi huérfano, no le quedó otra que buscar en el noreste un padrino que supla las funciones de un norte que no ha querido unírsele, aún sabiendo que forman parte del mismo continente. La política que plantea Bush en su nuevo mandato es una visión idealista de la sociedad que tanto ansiamos. De llegarse a concretar, realidad que la hace cada vez más difícil, será la única forma de terminar con el decrépito sistema político que Bush ejecutó durante su primer mandato. Como bien señalaba Víctor Frankl, en los Estados Unidos se debe “complementar la Estatua de la Libertad de la costa oriental con una contraparte en la costa occidental, que sería la estatua de la responsabilidad”. Lamentablemente la realidad evidencia que ha sido libertad y responsabilidad lo que les ha faltado en estos últimos cuatro años a los ciudadanos y gobernantes norteamericanos, respectivamente. Si Bush quiere ser coherente con su discurso, debe plantear medidas que conlleven a promover la libertad, la democracia y el desarrollo social en América Latina. Pues puede jactarse de construir no una, sino cientos de estatuas de la libertad en el norte, pero olvidarse que el sur padece de una sed profunda de estatuas sólidas de democracia y desarrollo basado en la dignidad de la persona. Dependiendo de cómo actúe Bush en este segundo período, tendrá la ocasión irrecuperable de dejar uno de sus mejores legados para América Latina, o terminar por condenar a la región en el más abyecto abandono. Bush debe abrir espacios de acuerdos y cooperación multilateral con América Latina, y los presidentes de nuestros países no dormirse en la urgente necesidad de adoptar una visión de cambio frente a este siglo que recién empieza.

 

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