Una historia de doble moral

Admiro a EEUU, aunque admito que de modo bastante pueril. Admiro sobre todo esa América rural, la "América real" que ha conseguido la victoria republicana, y que tanto cuesta entender a Europa. Además, aunque juzgo que la invasión de Irak fue injusta, porque ese país no suponía un peligro suficiente para EEUU, no comparto la mayoría de las críticas que se hacen a la Administración Bush, por dicha invasión. Desde mi desconocimiento, mi admiración hacia la América conservadora proviene de la desvergüenza con que esa mitad de la población norteamericana parece defender una serie de valores que yo sí comparto y que en Europa, por las razones que sean, están condenados al ostracismo, a la reclusión de la conciencia individual. Yo creo, sin embargo, que tan moralista era el discurso político que exigía el sufragio universal como uno que propugnara la prohibición del matrimonio homosexual. En ambos casos se apela a las nociones del bien y del mal y sin embargo, en Europa, ¿qué político en su sano juicio daría un mitin cuyo eje principal fuera la necesidad de impedir una "aberración contra natura"? ¿Por qué parece estar prohibido hablar en esos términos de un comportamiento privado cuando es habitual oír verdaderos sermones en los que las virtudes de la Democracia se elevan a categorías quasidivinas, que nadie puede impugnar o poner en duda? El ejemplo que he puesto es más bien rocambolesco pero hay otros que no lo son. Por ejemplo: por mucho que todavía haya a quien le repugne matar a un enfermo para ahorrarle sufrimientos -cada vez son menos- ¿qué político se atrevería a tomar esa causa como su bandera, a riesgo de ser tachado de reaccionario? Es posible que la razón por la que en Europa no existe una defensa política de una determinada moral privada se deba, simplemente, a la ausencia de políticos que compartan dichas ideas. De todos modos, en EEUU no sólo existen políticos que piensan que hay cuestiones morales personales que son materia de debate social, -independientemente de que, a primera vista, los efectos de dicha cuestión moral no trasciendan el ámbito de la persona individual- sino que pelean por esas ideas e incluso las convierten en caballos de batalla de su programa electoral. En segundo lugar, mi simpatía hacia los EEUU nace de los ataques que sufre por su actuación en Irak. Vuelvo a decir que me parece que la invasión de ese país fue injusta, pero ¿dónde están las manifestaciones ante la embajada de Rusia contra la guerra en Chechenia, una guerra a mi juicio tanto o más injusta que la de Irak, pero mucho más cruel y despiadada?; ¿dónde están las manifestaciones ante la embajada de Francia, un país que, a la chita callando, ha estado secretamente presente en muchos de los conflictos actuales en África, en defensa de sus intereses de potencia excolonial, como lo atestigua, por poner solo un caso, la situación en Costa de Marfil?; ¿dónde están las manifestaciones contra la guerra de Sudán, contra las sistemáticas violaciones de los derechos humanos en China (de la que todos nos deshacemos en elogios por sus proezas económicas), en Turquía, en Marruecos, en tantos países? Jean François Revel utiliza una expresión que me parece de lo más acertada: la cláusula de Totalitarismo más Favorecido. Según este autor, no se miden todas las injusticias por el mismo rasero. Cuando el injusto es un país que ha combatido y vencido al comunismo -una tentación en la que ha caído toda Europa y de la que nadie se ha arrepentido-, cuando el injusto es un país con una visión del mundo diametralmente opuesta al racionalismo ilustrado del Viejo Continente, cuando el injusto es un país que se mofa de lo que nos parece nuestro mayor logro -el Estado del Bienestar-, en este caso la Izquierda y la Derecha europeas se unen para denostarlo y equipararlo con los tiranos más sanguinarios de este siglo. ¿No nos acordamos de que también Europa ha participado recientemente en el bombardeo de poblaciones civiles (por ejemplo Belgrado)? La respuesta a esta objeción puede ser doble: se trató siempre de atacar objetivos militares y la acciones se consensuaron entre muchos países ¿Pero es que el ejército norteamericano no habrá intentado por todos los medios que no sufrieran los iraquíes no combatientes?; ¿y acaso es una acción militar menos injusta porque la aprueben varios estados? EEUU trató denodadamente de encontrar apoyo para su invasión y algunos estados se lo dieron. EEUU acudió a la ONU en busca de ese apoyo y creo que a pocos hubiera extrañado que al final se hubiera logrado otra resolución del Consejo de Seguridad, todavía más específica que la resolución 1441, que ya había dado un ultimátum a Irak para que cumpliera sus obligaciones en materia de desarme. La propia constitución Europea, en su artículo I-43.1, parece permitir la guerra preventiva. ¿Nos costará menos trabajo digerir una guerra con ese artículo, por el hecho de que la burocracia de Bruselas elabore informes que la justifiquen y los gobiernos de los veinticinco la aprueben por unanimidad? Tampoco me parece que se tiene la misma simpatía o antipatía hacia las intervenciones militares estadounidenses (o de otros países), según las lleven a cabo gobiernos de uno u otro signo. Nos repugna la violencia que se ejerce confesando que con ella no se busca más que el propio interés y, sin embargo, solemos ser comprensivos cuando la acción violenta la lleva a cabo el débil contra el fuerte, o cuando se asegura que dicha acción es necesaria para llevar la democracia o los derechos humanos a alguna parte del mundo. De igual modo, cuando los republicanos hablan de ir a la guerra para defender norteamérica o sus intereses, muchos hablan de egoísmo, pero cuando los demócratas han hablado de ir a esa misma guerra para difundir la libertad y aplastar el totalitarismo, nuestro juicio moral es más propenso a justificar la actuación armada. Con todo, la derecha norteamericana traiciona su ideario tradicional con estas intervenciones fuera de sus fronteras. Las decisiones de intervenir en las mayores guerras en las que ha participado EEUU (primera y segunda guerras mundiales, Vietnam) fueron tomadas por demócratas. El partido republicano siempre ha sido aislacionista. Kerry votó en el Senado a favor de la invasión y nunca, durante la campaña, se refirió a la guerra en sí como una equivocación o como una injusticia y sin embargo, Europa en general no tuvo reparos en apoyarle desde los medios de comunicación y desde las opiniones más o menos veladas de sus líderes. En definitiva y como ya he apuntado antes, me atrevo a decir que el verdadero choque de civilizaciones se da entre la herencia racionalista continental y la empirista anglosajona. A nosotros nos resulta tan grotesco que un estado no se rija por lo que digan sus "expertos" como a ellos que uno de nuestros mayores orgullos sean nuestras administraciones públicas y nuestros códigos, inatacables en los salones y despachos donde se idean, pero que, a la postre, son una construcción tan humana y falible como la que más. Disculpen la candidez de mis planteamientos y las fogosas expresiones que tal vez empleo, fruto de mi inexperiencia. Es posible que estas líneas no sean más que un simple desahogo, porque me gustaría que en España alguien tomara la defensa de los planteamientos norteamericanos, que ahora mismo son sinónimo de fascismo y arrogancia.

 

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