La indignación como enfermedad social

Emocionadamente preocupada. Asisto con los ojos como platos a un fenómeno, el llamado 15-M, que pone de manifiesto una nueva enfermedad social de la que ya se percibían sus síntomas. Descontento con los partidos y con sus líderes. Impopularidad de la política entre los jóvenes cimientos de la sociedad. Mentes mediocres que palabrean sin sentido, con el único fin de llenarse el bolsillo a final de mes sin sudar demasiado la camisa. Y sobre todo indignación.

A la deriva. Mientras los líderes políticos se desgastan la sesera buscando los puntos flacos de sus rivales, para utilizarlos como puñales en el Congreso. Mientras los partidos lavan sus trapos sucios en los juzgados y rebuscan en el cubo del vecino algo que se parezca a sus propios deshechos. Mientras elaboran los presupuestos de sus campañas y debaten con sus agencias de publicidad qué tipo de ropa conectará mejor con el ciudadano. Mientras tanto, la gente de mente inquieta, las conciencias despiertas, los consumidores de la actualidad inconformistas se preguntan indignados ¿por qué no se dedican a trabajar por el ciudadano?

Olvidados. La clase política vive en su atmósfera presurizada ajena al pueblo, centrada en la prensa, en los efectos mediáticos de sus apariciones públicas. Conviene saber si en último mitin se agitaron correcta y sincronizadamente las banderas, si la foto con el niño o la anciana de turno aparece en portada. Entretanto, el espíritu de los que se incorporan a la vida real, la nueva plantilla de emancipados, se desgasta. Se diluye. ¿Quiénes son estos personajes azules, rojos y verdes, y qué hacen por nosotros? ¿Y si nos sentimos naranjas, morados o negros?

Indignados. Hessel nos inspira, aunque se diga que leer no está de moda. Buscamos más allá de nuestras fronteras para encontrar consuelo ante la enfermedad de la indignación y oímos voces que conectan con nuestro pensamiento. Y para sorpresa de los seres distraídos, zombies sociales, los enfermos se comunican, se agrupan y salen a la calle para exigir con determinación una cura. Nuestro sistema sanitario está obsoleto, no funciona. La gente está cansada de acudir a la consulta para salir siempre con la misma receta, cansada de ser tratada como un número en las listas de espera, cansada de tener que elegir un médico entre una plantilla de incompetentes. Queremos un cambio en la gestión, en los métodos y en la selección del personal en cuyas manos ponemos nuestras vidas.

Porque, ante todo, creemos en la Medicina.

 

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