La memoria histórica contraataca

Las providencias dictadas por el juez Garzón y su enorme repercusión mediática han disparado el número de personas que desean saber el paradero de sus seres queridos desaparecidos en los años de la Guerra Civil.

Comprendo esa necesidad de hacer historia y de que esas familias tengan la posibilidad de la exhumación de sus víctimas, que se les pueda entregar sus deudos y que los cementerios puedan convertirse en "lugares de la memoria" para todos.

Todo esto es de justicia, debemos reconocer la tarea realizada por estas personas y poder satisfacer este lógico deseo de sus familiares.

Pero considero que es necesario hacer una memoria no vengativa, desde los derechos humanos, como análisis ético, con el objetivo de avanzar en el conocimiento de lo que ocurrió, para que nunca más vuelva y entonces, lanzar un mensaje de empatía hacia las víctimas de todas las guerras, de todos los conflictos.

Por eso, necesitamos la memoria de quienes tomaron partido y sufrieron aquellos terribles años, de un bando y de otro, de uno y otro sector, republicanos y nacionales.

Para hacer la Historia "necesitamos la memoria de todos", no podemos activar la memoria de un lado y tratar de silenciar o reprimir la otra por rechazo, crítica o haciendo desaparecer los signos que hacen la Historia, no podemos ser víctimas del alzehimer parcial.

Como testigo de los años de la Transición, se que se ha trabajado mucho sobre este tema, se produjo un interesante movimiento en un significativo número de localidades, auspiciado por familiares y ayuntamientos. Estas acciones suponen una prueba inequívoca de que hay un interés real por hacer justicia con las víctimas y sus familias.

He sido educada en democracia y detecto cierto sectarismo y parcialidad en esta Ley de Memoria Histórica que me hace pensar de nuevo en la justicia y democracia para todos y pensar en un verdadero concepto de memoria histórica.

Desgraciadamente, para muchos familiares, no va a ser posible averiguar el paradero ni rescatar los restos de sus seres queridos, pero les asiste el legítimo derecho de reclamar justicia, de pedir información y esperar una respuesta. Las decenas de miles de personas desaparecidas, después de tantos años de silencio y olvido, merecen, al menos, nuestro cariño y consideración.

 

Sin embargo, gracias a nuestra formación democrática, tenemos presente, como ciudadanos españoles, esta etapa histórica difícil, queremos recordar estos tiempos desde una perspectiva positiva, sin acritud y divisiones.

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