No somos nadie... sin las máquinas

Mi primera lavadora automática duró dos décadas. La última no ha llegado al lustro. No interesa, no interesa. Me cachis en la mar...¡si no fuera porque no somos nadie sin las máquinas!

A veces, desgraciadamente sucede lo que llamamos en el argot coloquial informático 'caída de servidores'. Si ésta se prolonga o perdura, más que caída corta parece un largo descenso abismal y nos hallamos 'incomunicados' con el exterior. Grave situación en un mundo tecnológico donde no sabemos vivir sin las máquinas ni podemos prescindir de ellas. Si nos dejan tirados, aunque sea por unos minutos, nos producen coraje y agobio. Por eso, cuando recuerdo que a la hora de comunicarse las personas de lugares distintos tardaban semanas en recibir las cartas postales, me tranquilizo al saber que nuestras demoras son mínimas, comparativamente hablando. Que un correo tardara a caballo quince dias en arribar a su destino en el siglo XIX se consideraba excesivo y era motivo de crítica y de quejas.

Hoy, más de cien años después, que los servidores de Internet nos dejen 'colgados' unos minutos, unas horas o un fin de semana a lo sumo, nos enfada. Mal de muchos, consuelo de tontos. Si comparamos tecnológicamente el siglo XIX con el actual siglo XXI, reconoceremos que se ha avanzado bastante, que se ha mejorado considerablemente y los fallos y atrasos son esporádicos. Pero, ¡qué carajo! Nosotros vivimos en un nuevo milenio, en plena era espacial, en la edad del plástico, de los robots, de los microcomputadores y de los chips -prodigiosos o no- y cada vez nos aproximamos mejor y más a la supuesta perfección tecnológica.

Así que, no nos podemos permitir el 'lujo' de demasiados errores como 'caídas' de servidor, cortes de línea telefónica, 'picos' o subidas de tensión eléctrica, entre otros casos. Si somos tan casi perfectos, ¿por qué se producen tantos fallos? ¿Alguien saca 'tajada' o beneficio de ellos? Pues al parecer si. Los fabricantes de ordenadores, maquinarias, vehículos y electrodomésticos se suman a las operadoras de telefonías y a los suministradores de energías -y viceversa- para que los objetos receptores de los consumidores usuarios se estropeen.

De vez en cuando, un apagón, una caída, un corte; con la excusa -aunque fuera cierta- de acometer mejoras y reparar desperfectos en las redes y sistemas. Miles de ordenadores inutilizados que deberán ser arreglados o sustituidos por otros nuevos. O pagas medio sueldo mensual en reparar el PC o te toca fundir la tarjeta bancaria comprando nuevo equipo. Negocio redondo para los técnicos y los fabricantes. Y como siempre el sufrido consumidor es quien sale afectado. Eso sin contar la cantidad de virus destructivos que no les interesa eliminar a las grandes multinacionales informáticas ni a los talleres de reparación y que según expertos internautas gran parte de estos archivos dañinos son creados y enviados a propósito por los fabricantes para provocar una 'pandemia' informática cuyos efectos produzcan un aumento del consumo y de las ventas.

Dicen algunos que antes todo duraba más y se fabricaba con mayor conciencia y precisión pensando en una larga vida para los objetos; fueran éstos máquinas, coches o electrodomésticos. Mi primera lavadora automática duró dos décadas. La última no ha llegado al lustro. No interesa, no interesa. Me cachis en la mar... ¡si no fuera porque no somos nadie sin las máquinas!

 

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