Donde los padres no llegan

Como profesor de primer ciclo de enseñanza secundaria obligatoria y con muchos años de experiencia, soy partidario de exigir a los alumnos. Pienso que el fomentar un hábito de estudio serio es capital, además los jóvenes lo necesitan, y actualmente se trata de algo poco consolidado en preadolescentes y adolescentes. Junto a esto, se observa que el ritmo de trabajo fuera de casa de los padres es algo que incide en la vida de las chicas y de los chicos. No es fácil para un preadolescente, llegar a casa por la tarde y ponerse a estudiar dos horas seguidas sin que, por motivos laborales, estén sus padres, las tentaciones son muchas y caer en ellas fácil. Pensando sobre este tema, he considerado la gran función social que prestan los clubes juveniles. Se trata de fenómenos asociativos muy diversos que vienen precisamente a llenar ese importante hueco formativo de la tarde para los niños y niñas. En muchos de estos clubes se fomenta el estudio personal y en silencio, las técnicas de estudio, la educación para la convivencia, así como eventuales actividades deportivas, ecológicas y de solidaridad ciudadana para los fines de semana. Se trata de una realidad social, no es la única, que merece una valoración a la hora de buscar modos interesantes de conciliar la vida familiar y laboral con la educación de los hijos y las actividades extraescolares.

 

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